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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

www.surda.se

 

 

29-01-2014

 

 

 


 

 






 

Dualidades de América Latina (I, II, III)

Economía y clases

SURda

Economía

Claudio Katz


¿En la última década América Latina ganó autonomía o reforzó su condición dependiente? ¿Amplió o redujo su margen de soberanía? ¿Afronta la crisis económica global con más protección o más desamparo?

La evolución de Sudamérica brinda muchos argumentos para las tesis de la autonomía y el curso de Centroamérica para el diagnóstico de la dependencia. La misma contraposición se verifica si se generaliza el sendero que transita Venezuela o México. Los nuevos márgenes de independencia de la región cobran relevancia, cuando se pone el acento en la dimensión geopolítica y la reinserción periférica salta a la vista, cuando se prioriza la evaluación económica.

“Pos-liberalismo” y “Consenso de commodities” son do s conceptos que sintetizan ambas miradas. La primera noción remarca la vigencia de una nueva etapa signada por la política exterior independiente, la multiplicación de gobiernos progresistas y el retroceso de la derecha [2] . El segundo término resalta el reforzamiento uniforme de modelos centrados en la exportación de bienes primarios [3] .

¿Cuál es la caracterización acertada? La respuesta exige evaluar las grandes transformaciones económicas, sociales y políticas registradas en la región, durante las últimas dos décadas.

AGRO-EXPORTACION Y MINERIA

La reestructuración neoliberal en América Latina afianzó desde los años 80 un patrón de especialización exportadora que recrea la inserción internacional de la región como proveedora de productos básicos.

Esta renovada gravitación de las commodities ha implicado una profunda transformación en el agro, basada en la promoción de cultivos de exportación en desmedro del abastecimiento local. En todos los países se reforzó un empresariado que maneja los negocios rurales con criterios capitalistas de acumulación intensiva. La vieja oligarquía encabezó esta reconversión, en estrecha asociación con las grandes compañías del “agrobusiness”.

Los pequeños productores soportan encarecimiento de los insumos, mayor presión competitiva y creciente transferencia de riesgos, a través de contratos amoldados a las reglas de la exportación. Deben adaptar su actividad a nuevas exigencias de refrigeración, transporte e insumos agro-químicos, para generar productos amoldados al marketing global. Frecuentemente se endeudan, venden la tierra y terminan engrosando la masa de excluidos que emigra a las ciudades.

Esta presión por elevar los rendimientos socava las reminiscencias de la agricultura no capitalista y diluye las viejas discusiones sobre la articulación de distintos modos de producción en este sector. Bajo la disciplina que impone la demanda externa se reducen las fronteras entre el sector primario y secundario y se amplía la gravitación del trabajo asalariado con modalidades tayloristas.

La soja es un típico ejemplo de este nuevo esquema agrícola. Se ha difundido en Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, destruyendo otros cultivos, mediante un modelo transgénico de siembra directa y dependencia de Monsanto como proveedor de semillas. Como requiere poca fuerza laboral para producir aceite o alimentos de animales, genera un sólo empleo cada 100-500 hectáreas [4] .

Pero la misma mutación se verifica en otras regiones y productos. Las frutas y vinos de Chile se elaboran con nuevos parámetros de venta externa, que incrementan la concentración rural y multiplican la sub-contratación de trabajadores temporarios. Las flores en Ecuador y Colombia se cultivan con técnicas intensivas de irrigación y elevada explotación de la mano de obra femenina, desplazando la producción alimenticia tradicional. Los nuevos vegetales de invierno en las plantaciones de Centroamérica se exportan a costa de la producción tradicional y ya han generando un dramático incremento de la importación de alimentos básicos [5] .

Esta misma especialización en exportaciones primarias se verifica en la minería con la nueva modalidad de explotaciones a cielo abierto. Para extraer mineral se dinamitan montañas y las rocas son disueltas por medio de compuestos químicos (fracking). Como estas técnicas reemplazan al viejo socavón y necesitan mayor inversión se ha potenciado la presencia de compañías extranjeras, que obtienen cuantiosas ganancias tributando bajos gravámenes. Las empresas de Canadá -mixturadas con australianos, belgas, suecos y estadounidenses- controlan la mayor parte de esos emprendimientos.

Chile es un paraíso de esta actividad. El cobre ya no es extraído sólo por la estatal CODELCO. También participan otras compañías que pagan bajos impuestos (7,8%) y obtienen elevadísimas rentabilidades (50%). Lo mismo ocurre en Perú, que desarrolló un proyecto de alcance extractivo gigantesco en la región de Conga [6] .

Esta minería utiliza enormes volúmenes de agua que afectan a los emprendimientos agrícolas y amplían la contaminación. Se refuerzan así las calamidades ambientales que soporta la región, ante la desaparición de los glaciares andinos, la sabanización de la cuenca amazónica y las inundaciones costeras. El extractivismo exportador acentúa todos los efectos del cambio climático [7] .

RETROCESO INDUSTRIAL

El declive industrial es la otra cara del auge agro-minero. El peso del sector secundario en el PBI latinoamericano descendió del 12,7% (1970-74) al 6,4% (2002-06) y la brecha con la industria asiática se ha ensanchado en producción, productividad, tecnología, registro de patentes y gastos en Inversión y Desarrollo [8] .

Este retroceso es frecuentemente identificado con la “reprimarización” de la economía latinoamericana. Pero la industria no desaparece y más acertado es señalar su readaptación a un nuevo ciclo reproductivo dependiente. El repliegue es muy evidente en Brasil y Argentina, las dos economías más representativas de la industrialización de posguerra.

En el primer país la productividad decrece, los costos aumentan y el déficit industrial externo se expande, en un marco de inversiones estancadas e infraestructuras de energía y transporte muy deterioradas. Algunos analistas estiman que el aparato industrial brasileño ha quedado reducido a la mitad de la dimensión que alcanzó en los años 80 [9] .

La misma regresión se verifica en la industria argentina, a pesar de la recuperación registrada en la última década. Este sector ocupa un lugar menor que en los 80 (del 23% al 17% del PBI) y se encuentra altamente concentrado en cinco sectores, con predominio extranjero, importaciones crecientes y baja integración de componentes nacionales.

En México, la industria tradicional -erigida durante la sustitución de importaciones para abastecer al mercado local- ha sido reemplazada por el auge de las maquilas, en las zonas francas. Este tipo de fábricas jerarquizan la exportación y operan a través de redes adaptadas a las normas de la acumulación flexible. Comenzaron con la indumentaria y la electrónica, se expandieron a la rama automotriz y ya representan el 20% del PBI mexicano. En la frontera de Estados Unidos se ubica la localización emblemática de este modelo. Las 50 plantas iniciales (1965) se multiplicaron a 3000 fábricas mellizas (2004), asentadas a ambos lados de la zona limítrofe.

Al desenvolverse como ensambladoras con reducida calificación laboral, estas fábricas contienen muchos rasgos de la especialización básica que afecta a toda la economía latinoamericana. Su principal insumo es la baratura de la fuerza de trabajo.

Las empresas lucran con el reclutamiento de trabajadores provenientes de las zonas rurales y criminalizan la sindicalización. Mientras que la productividad se asemeja a los niveles vigentes en las casas matrices, los salarios son varias veces inferiores a la media estadounidense y se ubican por debajo del sector agremiado mexicano.

Este cimiento del modelo en la explotación laboral es más visible en la nueva generación de empresas localizadas en República Dominicana, Guatemala u Honduras. Allí contratan jóvenes sometidos a una disciplina agobiante. La presión por aumentar la productividad es permanentemente recreada por la competencia asiática.

REMESAS Y TURISMO

El modelo de especialización en exportaciones básicas crea poco empleo, acentúa la emigración y ha generado en los pequeños países de la región un nuevo tipo de dependencia en torno a las remesas.

América Latina es la mayor receptora de estos fondos, que constituyen el principal ingreso de República Dominicana, El Salvador, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Jamaica y Nicaragua. Estas transferencias son la segunda fuente de divisas para Belice, Bolivia, Colombia, Ecuador, Paraguay y Surinam. Han sustituido la primacía del café en El Salvador y de las bananas en Honduras [10] .

Con las remesas se estabiliza una inédita situación dual de ingresos producidos en un país y consumidos en otro. La fuerza de trabajo remunerada en un punto solventa la reproducción de sus semejantes de otra zona. La comunicación global y el abaratamiento del transporte han creado un espacio multinacional estable de personas que viven al mismo tiempo en dos mundos, puesto que la conexión del inmigrante con su localidad de origen se mantiene, forjando un doble patrón de vida en ciertas comunidades [11] .

Este proceso potencia la fractura entre países que exportan población sobrante y economías que absorben selectivamente ese flujo. Los movimientos son multidireccionales, pero las regiones abandonadas y los destinos ambicionados son siempre los mismos, como lo prueban los 30 millones de latinos actualmente afincados en Estados Unidos.

También el turismo se ha tornado esencial para la supervivencia de los pequeños países de la región. Este servicio ya desplazó a las bananas como principal exportación de Costa Rica y es la segunda actividad de Honduras, Guatemala y el Caribe. A partir de la estandarización de las prestaciones, América Latina se ha tornado atractiva por su disponibilidad de fuerza de trabajo barata, sus ambientes naturales propicios y su valorado patrimonio cultural.

El capitalismo neoliberal reemplazó las viejas reglas del turismo social por criterios individualistas, que naturalizan la división entre ricos (con derecho a descansar) y pobres (con obligación de servir). Los medios de comunicación realzan la atracción de lo exótico, homogenizan la cultura y han convertido al Tercer Mundo en una “periferia del placer”.

La clase media accede a estas nuevas experiencias internalizando los mitos del libre-comercio, sin registrar la creciente desigualdad que rodea a este negocio. Al reavivar el racismo y el elitismo, el turismo global tiene un impacto ideológico muy significativo.

PERSISTENCIA DEL MODELO

La mundialización neoliberal ha reconvertido a Latinoamérica en una economía con alta centralidad de la agro-exportación, la minería y los servicios, a costa del desarrollo industrial. Pero lo más llamativo es la continuidad de tendencias en el reciente período de crisis global.

Esta persistencia obedece al efecto intermedio del temblor financiero mundial sobre la región. Tanto en el período previo a la crisis (2003-2008) como en la fase posterior (2008-2013), la tasa de crecimiento latinoamericana se ha ubicado por encima de la media internacional. Ese promedio ha declinado en los últimos años sin tornarse irrisorio. Rondaría el 3,2% en el 2013 frente al 3% del año anterior [12] .

En comparación a los devastadores colapsos sufridos entre 1980 y 2003, la crisis tuvo hasta ahora un efecto limitado sobre América Latina. No se produjeron quiebras de bancos, ni explosiones de la deuda externa. Esta neutralización fue más significativa en el sur que en el centro de la región, pero distingue a la región de la fuerte recesión registrada en los países centrales .

El contraste con la depresión del 30 es ilustrativo. Durante ese colapso las exportaciones de América Latina declinaron un 65% y las importaciones un 37%, mientras que el grueso de los países sufrió un desmoronamiento financiero, que los obligó a suspender el pago de la deuda externa. Esa caída se revirtió con el encarecimiento de las exportaciones y la acumulación de reservas que acompañó a la Segunda Guerra Mundial [13] .

La continuidad del patrón de especialización exportadora ha sido también facilitada por el alto nivel de precios que mantienen las commodities . Estas cotizaciones cayeron en el 2008, pero se recuperaron rápidamente. La mejora de los términos de intercambio ha subsistido, con la triplicación de l os precios de las materias primas registrada en la última década. El petróleo duplicó su cotización, el cobre se quintuplicó y la soja subió dos veces y media. Esta apreciación incentivó a su vez un incremento del 55% del volumen exportado [14] .

Existen interpretaciones divergentes sobre las causas de este repunte de las materias primas. Algunas explicaciones remarcan la incidencia de los movimientos especulativo-financieros, otras caracterizaciones destacan la expansión de los agro-combustibles y un tercer enfoque considera que la demanda china ha establecido un nuevo piso de cotizaciones. Pero cualquiera sea la duración de este proceso ha incentivado la profundización de las transformaciones neoliberales precedentes.

Finalmente, l a afluencia de inversiones extranjeras ha operado como determinante de la continuidad de tendencias. Esos ingresos totalizaron 173.000 millones de dólares en el 2012, superando en un 6% los porcentuales del año anterior y duplicando los montos de principio de la década. Los capitales ingresados y la valorización de las exportaciones facilitaron el incremento de las reservas y una reducción del ratio del endeudamiento [15] .

El retrato de las últimas décadas y de la crisis reciente corrobora el diagnóstico que resalta la centralidad de las commodities en las economías latinoamericanas. Por esta gravitación la región luce menos vulnerable en la coyuntura (balance de pagos, reservas, deuda), pero ha incrementado su fragilidad estructural.

LOS CAMBIOS POR ARRIBA

La consolidación de la región como exportadora de productos básicos ha impactado también sobre el perfil de las clases dominantes, reforzando la conversión de la vieja burguesía nacional en burguesía local. El primer molde correspondía a los industriales que fabricaban para el mercado interno, con protección aduanera y subsidios que privilegiaban la expansión de la demanda. El segundo perfil es propio de un sector que ya no restringe su actividad a la manufactura, ni pregona desarrollos auto-centrados. Promueve más la exportación que el mercado interno y prefiere la reducción de costos a la ampliación del consumo.

Esta transformación acentuó el enriquecimiento de una elite de millonarios. Algunos apellidos emblemáticos de este ascenso son Slim (México), Cisneros (Venezuela), Noboa (Ecuador), Santo Domingo (Colombia), Andrónico Lucski (Chile), Bulgheroni, Rocca, (Argentina), Lemann, Safra, Moraer (Brasil). Sus fortunas se remontan al pasado, pero registraron un gran incremento con los negocios de exportación de las últimas décadas.

En su conjunto los capitalistas latinoamericanos constituyen un sector minoritario de la población. Existe un enorme divorcio entre su poder y el número de sus integrantes. Los propietarios y receptores de utilidades de las empresas no superan el 1-2% de la población económica activa. Este porcentaje se incrementa al 10%, si se incluye a los ejecutivos y profesionales que administran y controlan la fuerza de trabajo o ejercen algún rol estratégico en las compañías. A través de esas funciones participan en la confiscación del trabajo ajeno [16] .

La reconversión de las últimas décadas aumentó la concentración e internacionalización de los principales grupos capitalistas, que se afianzaron como conglomerados regionalizados. Surgieron las nuevas empresas Multilatinas, a partir de familias adineradas que expandieron sus compañías, con gerenciamiento global y prioridades regionales. Los conglomerados de Brasil y México encabezan esta tendencia, secundados por Argentina y Chile.

La tradicional diversidad entre fracciones agro-mineras, industriales y bancarias no ha desaparecido, pero el entrelazamiento aumentó como consecuencia de la gran presión competitiva que introdujo la mundialización neoliberal. Esa rivalidad modificó la composición de las principales 500 empresas latinoamericanas. Entre 1991y 2001 decayó la participación de empresas estatales (de 20% al 9%) y se incrementó el peso de las extranjeras (27% a 39%) [17] .

Los grupos locales reorganizaron su actividad con mayor financiación externa y capitalización bursátil. Este ingreso a los mercados de valores coincidió con el incremento de acciones circulantes en los denominados “países en desarrollo” (de 80.000 millones de dólares en 1981 a 5 billones en el 2005). Por esa vía aumentó la penetración del capital internacional en la estructura propietaria de las empresas latinoamericanas.

Las compañías actuales son más poderosas, pero la clase capitalista de la región no remontó su papel global secundario y perdió posiciones frente a los nuevos competidores de Oriente. Ese resultado ha sido congruente con su especialización en ramas básicas y su distanciamiento de las actividades más elaboradas. Por esa razón la brecha industrial con el Sudeste Asiático se transformó en una fractura irreductible.

La burguesía local ha estrechado vínculos con el capital extranjero, pero no desaparece como un segmento diferenciado. Mantiene pretensiones de acumulación propia que desbordan el marco nacional y se proyectan al escenario regional. Se han forjado burguesías más asociadas con empresas foráneas, afianzando un proceso que comenzó en los 60 en Brasil, continuó en los 80 en Argentina y se consolidó en los 90 en México. Este sector dejó atrás su debut industrial y se extendió a la agro-minería y los servicios [18] .

La reciente incorporación de México, Brasil y Argentina al G 20 marca otro salto en la relación de las burguesías actuales con el capital extranjero. Pero entre ambos sectores existe una relación de cooperación antagónica, que combina el estrechamiento de las conexiones con el mantenimiento de las diferencias entre el socio mayor del Norte y el empresariado menor del Sur [19] .

Aunque los negocios con el capital foráneo se han multiplicado, el país de origen persiste como base de operaciones, fuente privilegiada de las ganancias y centro de las decisiones de las burguesías locales . La internacionalización de los créditos, los mercados, y la propiedad accionaria, no anula el carácter localmente territorializado de los principales grupos capitalistas.

CLASIFICACIONES ERRÓNEAS

Las burguesías locales y asociadas que encabezan la especialización exportadora compartiendo beneficios con las empresas foráneas, no conforman una “nueva oligarquía”. Los rasgos pre-capitalistas que caracterizaban a ese sector se extinguen, junto al avance de los procesos de capitalización. Las viejas elites latinoamericanas -que recurrían a modalidades arcaicas de explotación y dominación para usufructuar de sus propiedades agro-mineras- pierden peso.

Algunos enfoques subrayan el carácter transnacionalizado de los grupos dominantes que optaron por globalizar sus negocios [20] . Pero aquí se confunde la asociación con la fusión, olvidando que la internacionalización en curso se desenvuelve a partir de clases y estados existentes. La mundialización neoliberal no anula esas estructuras, ni tampoco elimina el entrelazamiento prioritario entre los capitalistas del mismo origen nacional.

La transnacionalización plena se encuentra por el momento limitada a sectores cosmopolitas gerenciales o fracciones de la alta burocracia de los organismos mundializados. La propiedad de las empresas se mantiene, en cambio, enraizada en zonas geográficas diferenciadas y los estados nacionales persisten como el único instrumento con cierta legitimidad para disciplinar a los trabajadores.

Las burguesías locales latinoamericanas no son satélites manipuladas por las metrópolis. Actúan como clases capitalistas, que combinan el usufructo de la renta agro-minera con la plusvalía extraída a los trabajadores. Se comportan como clases dominantes y no como capas parasitarias, compradoras o tributarias del capital foráneo. Su incapacidad para desarrollar la región no implica desinterés por ese objetivo.

La economía latinoamericana está regida por patrones de competencia, inversión y explotación. Como esas normas difieren significativamente del pillaje es una simplificación utilizar el mote de “lumpen-burguesía” para retratar a la burguesía [21] .

Es a denominación sólo corresponde a sectores que acumulan capital en los márgenes del circuito legal. El narcotráfico, por ejemplo, obtiene fortunas en la criminalidad y blanquea parcialmente esos ingresos en actividades financieras o productivas. Pero conforma un segmento marginal y no integrado al club estable de los dominadores.

También es erróneo generalizar situaciones propias de los pequeños enclaves. América Latina constituye una unidad analítica, pero las caracterizaciones referidas a Honduras o Panamá no valen para Brasil. Sólo en los primeros casos prevalecen “burguesías neo-coloniales” teledirigidas por Washington.

El giro hacia las commoditie torna más nítido el perfil de l os opresores latinoamericanos. Son capitalistas que explotan económicamente a los asalariados, burgueses que someten políticamente a los trabajadores y dominadores que subordinan ideológicamente a los dominados. Desenvuelven las mismas funciones que sus pares de otros puntos del planeta.

Pero cargan también con la débil autoridad de un sector que no lideró luchas nacionales, no cooptó personal significativo a su dominación y no facilitó la movilidad de las clases medias. También estas flaquezas se han potenciado bajo el nuevo patrón de acumulación de especialización exportadora.

LOS CAMBIOS POR ABAJO

 

Las transformaciones de la estructura social latinoamericana han alterado también la configuración de las clases dominadas. Como un eje de este cambio se localiza en el agro se verifica una pérdida de cohesión del viejo campesinado, afectado por el creciente éxodo hacia los centros urbanos. Por esta razón las tensiones en el agro presentan otro cariz.

El viejo latifundio que recreaba la miseria campesina obstruyendo la gestación de una burguesía agraria, decae frente a las empresas capitalistas que despojan al agricultor de sus tierras, contratan asalariados precarios y fuerzan el tránsito hacia las ciudades.

Este desplazamiento engrosa la masa de excluidos urbanos con poco trabajo e ínfimos ingresos, en un marco de pocas salidas laborales para la población excedente de América Latina. Por eso la informalidad se afirma como norma, tanto en la recesión como en la prosperidad de las economías extractivistas.

La emigración -que fue la válvula de escape para los desequilibrios de la acumulación europea en varios momentos del siglo XIX y XX- solo aporta pequeños desahogos en la actualidad. L os jóvenes de la región no encuentran empleo en sus países, ni el exterior. Tienen simultáneamente vedado e l arraigo y la emigración.

Una consecuencia directa de esta exclusión es el incremento exponencial de la criminalidad. La narco-economía se ha convertido en un refugio de supervivencia para los sectores empujados a la marginalidad. En la región se registra la tasa de homicidios más alta del mundo. La delincuencia crece junto a la fractura social y la obscena promoción de los consumos y placeres que disfrutan los enriquecidos.

Como el modelo extractivo crea empleos de baja calidad, la precarización laboral supera en América Latina los promedios de los países centrales. Esa informalidad ya no se recrea en los circuitos agrarios pre-capitalistas, ni en la reproducción familiar de la fuerza de trabajo. Se extiende junto a la penetración del capitalismo en todas las esferas de la vida social. Algunas investigaciones estiman que el sector precarizado reúne al 46% de los trabajadores latinoamericanos [22] .

Otro dato clave es la extensión de la pobreza, que en América Latina desborda al sector informal. Afecta también a un amplio segmento de los trabajadores estables. A diferencia del grueso de las economías desarrolladas, el universo de los individuos con ingresos inferiores a la satisfacción de las necesidades básicas no se limita aquí a los excluidos. Se extiende a los trabajadores explotados de las empresas modernas. El porcentual de niños pobres ( 45% del total) es ilustrativo de la magnitud de este flagelo [23] .

La extensión de la informalidad es también consecuencia de las maquilas y la regresión industrial. En el escenario manufacturero regional, la aceleración del cambio tecnológico incrementa la segmentación entre trabajadores especializados y descalificados. Los cargos estables con protección social decrecen, en comparación a los puestos de contratados sin ningún resguardo.

La magnitud de esta fractura es el rasgo descollante del mercado laboral. El típico operario masculino y sindicalizado de posguerra tiende a ser sustituido por trabajadoras femeninas más flexibilizadas. Este declive de los sectores formales es mayúsculo en las maquilas. La propia ampliación de la clase obrera industrial ha perdido el ímpetu precedente. El proletariado fabril no se extingue, pero su incidencia ha disminuido.

En el modelo actual de exportaciones primarias persiste la tradicional estrechez de la clase media latinoamericana en comparación a los países avanzados. Este segmento continúa aportando un colchón muy exiguo, al abismo que separa a los acaudalados de los empobrecidos. Además, perdura la vieja clase media frente a los nuevos segmentos de esa categoría. Subsisten muchas franjas de pequeños comerciantes y cuentapropistas y crecen poco los profesionales o técnicos altamente calificados. Este infradesarrollo es acorde a la estrechez de la industria.

Ciertamente los sectores medios amplían su consumo con la ampliación del crédito, la publicidad y el arribo de las grandes cadenas comerciales. Pero en economías tan atadas la exportación de productos básicos, los cimientos productivos del poder adquisitivo son muy frágiles.

Muchos analistas igualmente destacan la reducción de la pobreza, el desempleo y la desigualdad durante la última década, sin registrar el estrecho alcance de una mejoría derivada del repunte cíclico del nivel de actividad.

Lo más novedoso ha sido la generalización de la asistencia social para atemperar la pobreza. Pero los auxilios oficiales sólo han protegido transitoriamente a los desamparados, sin alterar las causas del problema. Estos planes coexisten con la precarización y convalidan la segmentación laboral.

Por otra parte, la leve disminución de la desigualdad no modifica el lugar que ocupa la región al tope de los indicadores globales de inequidad . El coeficiente de Gini que mide esta polarización supera en la zona (51,6) a la media mundial (39,5), duplica los promedios de las economías avanzadas e incluye a los cuatro países que encabezan el barómetro mundial (Colombia, Bolivia, Honduras, Brasil). El ingreso del 20% más rico de la población latinoamericana supera en casi 20 veces al 20% más pobre [24] .

EXPLICACIONES CON PROBLEMAS

El diagnóstico pos-liberal no condice con el contexto económico actual de Latinoamérica. En toda la región prevalece un esquema de especialización productiva, basado en la agro-exportación, la minería de cielo abierto, el declive de la industria tradicional, las remesas y el turismo. Este molde implica una generalizada reinserción periférica o semiperiférica en la división internacional del trabajo.

En consonancia con estas tendencias gestadas durante el neoliberalismo se ha reforzado la transformación de las burguesías nacionales en burguesías locales, más internacionalizadas y asociadas con el capital extranjero. El mismo cambio ha potenciado el éxodo campesino, la precarización laboral, la marginalidad urbana y la endeblez de la clase media.

Este escenario es más acorde a la visión contrapuesta de una “economía de commodities” en toda América Latina. Pero esta segunda caracterización no es puramente descriptiva, puesto que postula la existencia de un “consenso” en torno al extractivismo. Desborda, por lo tanto, el retrato de la economía y tiene implicancias políticas, que exigen evaluar que ha ocurrido en esfera geopolítica y gubernamental. Desarrollamos este análisis en la segunda parte del texto.

25-1-2013

RESUMEN:

La validez de los conceptos Pos-liberalismo y C onsenso de commodities se dilucida analizando las transformaciones de la región . El capitalismo se ha extendido en el agro y la mega-minería se amplía, acentuando la preeminencia de las exportaciones básicas. La industria abastecedora del mercado interno retrocede frente a las maquilas, las remesas son un recurso de supervivencia y el turismo es un ingreso clave para los pequeños países. Estas tendencias económicas han sido reforzadas por desde el inicio de la crisis global.

La burguesía nacional que privilegia la demanda ha sido reemplazada por la burguesía local, que jerarquiza el abaratamiento de los salarios. Su carácter minoritario se consolida junto a la asociación con empresas extranjeras. Se extinguen sus rasgos pre-capitalistas y no conforman nuevas oligarquías. Mantiene sus bases de acumulación sin convertirse en un grupo transnacionalizado. Sólo fracciones marginales aglutinan una lumpen-burguesía y no se extiende a los países medianos la dependencia neo-colonial.

La expansión de la informalidad, el éxodo campesino y el estancamiento de la nueva clase media reconfiguran a las clases dominadas, en un marco de pobreza, desempleo y desigualdad. El escenario económico no corrobora el diagnóstico pos-liberal, pero la tesis opuesta debe ser evaluada incorporando la dimensión política.

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-Serrano Franklin, Brasil debe ser locomotora, www.pagina12.com.ar , 26/04/2013


[1] Economista, Investigador, Profesor. Miembro del EDI (Economistas de Izquierda). Su página web es: www.lahaine.org/katz

[2] Es la visión de: Sader Emir, “La crisis de la derecha latinoamericana”, 05-12-2013, www.rebelion.org/mostrar.

[3] Es el enfoque de: Svampa Maristella, “El consenso de commodities y lenguajes de valoración en América Latina”, 02/05/2013, www.iade.org.ar/modules/noticias

[4] Katz Claudio, “El agro-capitalismo de la soja”, Anuario EDI, n 4, año 2008, Buenos Aires

[5] Una descripción en: Robinson William I, Latin America and global capitalism: a critical globalization perspective, Johns Hopkins University Press, Baltimore, 2008, pag 58-101.

[6] Ver: Gudynas Eduardo, “Cinco hipótesis sobre el caso Conga”, brecha.com.uy, 17-7-2012. También: Hernández Navarro Luis, “La reinvención de Latinoamérica”, 26/12/2013, alainet.org/active.

[7] CEPAL, “ La economía del cambio climático en América Latina y el Caribe”, Síntesis 2010, www.eclac.cl

[8] Rodríguez José Luis, “ Las alternativas actuales de la industrialización en América Latina”, segundo semestre 2012, www.espaciocritico.com .

[9] Palma Gabriel, “Optar por el desarrollismo”, Página12, 15-7-12.

[10] Las remesas han generado un lucrativo negocio para las agencias de intermediación (Western Union, Thomas Cook, MoneyGram). Aquí la región acompaña aquí una tendencia mundial, puesto que las transferencias a los países en desarrollo pasaron de 332.000 millones de dólares (2010) a 372.000 (2011) y se esperan 399.000 (2013) y 467.000 (2014) Wall Street Journal, “Las remesas ayudan a los países emergentes”, 24/9/2012, online.wsj.com.

[11] Ver: Anderson Benedict, “Exodus”, Critical Inquiry, n 2, Winter, 1994.

[12] Ver: Ugarteche Oscar, “Las tres velocidades de la crisis” 03/05/2013, alainet.org. También: Rubinzal Diego, “Década ganada”, 17/02/2013, Página 12.

[13] Ver: Guerra Vilaboy Sergio, Breve Historia de América Latina, Habana, Ciencias Sociales, 2006, pag 163-165.

[14] Arriazu Ricardo, “Pequeñas señales de alerta”, 27/01/2013, Clarín.

[15] Naim Moises, “ La latinoamericanización de Europa” , La Nación, 6-11-11. También Clarín, 27/01/2013.

[16] Ver: Portes Alejandro. El desarrollo futuro de América Latina: neoliberalismo, clases sociales y transnacionalismo, Ediciones Antropos, Bogotá, mayo de 2004, cap 1.

[17] -Santiso Javier, “La emergencia de las multilatinas”, Revista CEPAL 95, agosto 2008

[18] El giro implicó mayor subordinación de la burguesía nacional al capital extranjero y consiguiente renuncia a implementar transformaciones progresistas, en el balance que planteó: Dos Santos Theotonio, La teoría de la dependencia un balance histórico y teórico, en Los retos de la globalización, UNESCO, Caracas, 1998.

[19] Esta caracterización fue anticipada por: Marini Ruy Mauro, “La dialéctica del desarrollo capitalista en Brasil”, Subdesarrollo y revolución, Siglo XXI, 1985.

[20] Es la visión de Robinson William I, Latin America and global capitalism, pag 176-178.

[21] Los orígenes de este error en: Frank André Gunder, Lumpenburguesía y lumpendesarrollo, Laia, Barcelona, 1979.

[22] Portes El desarrollo futuro, cap 1 y 4

[23] Ver; CEPAL-UNICEF, “Boletín Desafíos” n 10, mayo 2010, www.oei.es/noticias/

[24] -Guillemi Rúben, América Latina la región más desigual, www.lanacion.com.ar , 22/09/2012

 

Dualidades de América Latina (II) Bloques y gobiernos

Los alineamientos geopolíticos en América Latina están condicionados por la acción de Estados Unidos, que reforzó su presencia en Centroamérica y mantuvo gravitación en Sudamérica.

COERCIÓN PARA RECUPERAR HEGEMONÍA

La primera potencia mantiene su influencia desplegando fuerzas militares. El Comando Sur de Miami que supervisa este control, cuenta con más personal civil dedicado a Latinoamérica, que todos los departamentos asignados a la misma zona en Washington.

Esta preeminencia del Pentágono se acentuó con la instalación de siete bases de gran alcance en Colombia. En ese país impera desde hace décadas el terrorismo de estado, el asesinato de sindicalistas y el desplazamiento forzoso de campesinos.

La CIA, la DEA y otras agencias secretas participan también en forma activa en la guerra social que ya dejó más de 60.000 muertos en México. Han aprovechado este conflicto para diseñar planes de militarización (Aspan 2005, Mérida 2007), intervenir en la modernización del ejército e influir en el dictado de leyes contra-insurgentes. Incluso han negociado con los Carteles a espaldas de las autoridades locales. Inspiraron, además, la ideología del miedo que se utiliza para justificar la acción cotidiana de los gendarmes.

Esta injerencia se desarrolla bajo un estandarte hipócrita de lucha contra las drogas, que encubre el rol protagónico de Estados Unidos como mercado y refugio financiero del narcotráfico. En los bancos de ese país se lava el 70% del dinero generado por ese negocio. Bajo vigilancia norteamericana, Colombia persiste como el principal productor regional y Perú aumentó su plantío en un 55% en la última década [2] .

La misma presencia yanqui se verifica en la guerra contra las bandas delictivas de Centroamérica (maras). Su persecución es esgrimida para atropellar a los pobres y apañar ejecuciones en los barrios carenciados. También en las posesiones coloniales del Caribe, el Pentágono multiplicó sus instalaciones militares (Islas Vírgenes, Puerto Rico), en estrecha asociación con Holanda (Curazao) y Francia (Martinica).

Cualquiera de estos hechos desmiente la ingenua creencia en la “pérdida de interés estadounidense por América Latina” o en el inminente “abandono de la doctrina Monroe”. Existe un llamativo divorcio entre esa sensación de repliegue y la creciente presencia imperial en toda la zona.

Desde el embarque de la IV Flota (disuelta en 1950 y reinstalada en el 2008), el total de militares latinoamericanos entrenados por el Pentágono superó el promedio de las décadas precedentes (195.807 efectivos en 1999-2011). La asistencia militar-policial involucra altísimas sumas (6.821 millones de dólares en 2009-2013) y se incrementaron los tratados para compartir información sensible. Estados Unidos mantiene desplegados 4000 uniformados en forma permanente para acciones de emergencia. Sus drones operan sin ninguna restricción en todo el hemisferio [3] .

La función geopolítica central de América Latina para el imperio no ha cambiado y el manejo de esa supremacía con instrumentos de coerción y consenso, tampoco se ha modificado. Esa estrategia siempre implicó una complementación bipartidista del g arrote (Eisenhower, Reagan, Bush I y II) con la zanahoria (Clinton, Carter), sin rígidas distinciones entre Republicanos y Demócratas. Como Obama necesita reorganizar drásticamente las formas de intervención retoma la tradición afable. Recompone paulatinamente esta injerencia, enmendando el lastre que dejaron las infructuosas guerras de Bush.

El margen de acción directa de los marines ha quedado recortado en América Latina desde el fracaso del ALCA, el declive de la OEA y la irrupción de organismos distanciados del mandato imperial (UNASUR, CELAC). La embajada yanqui ha perdido peso en varios países de Sudamérica, el espionaje genera inéditas protestas y dos denunciantes de esas actividades han recibido ofertas de asilo en la región (Snowden por parte de Venezuela y Assange de Ecuador). El intento yanqui de penalizar estas reacciones con la “retención” en vuelo del presidente de Bolivia no dio ningún resultado.

Tal como ocurrió en los 70, Obama intenta restablecer la capacidad de acción de Estados Unidos. Repite el sendero que transitó Carter para atemperar los efectos de Vietnam y Watergate. Estados Unidos procesa esta adversidad, con los recursos de la única potencia que ejercita la custodia del capital a escala global. Esa supremacía militar le otorga una gran ventaja sobre sus competidores europeos y asiáticos.

ESTRATEGIAS Y RIVALES

Los recursos naturales del Sur son la prioridad de las empresas del Norte. El imperio apetece los minerales, el petrolero, el agua y los bosques de América Latina. El Departamento de Estado tiene mapeadas estas reservas y atesora datos ignorados por el resto del hemisferio. No por casualidad el 98% de las comunicaciones de la región pasan por algún centro informático estadounidense.

El interés económico de la primera potencia por el resto del hemisferio no ha decaído. Se mantiene al tope en el ranking de inversores externos de la región y en el 2012 esas colocaciones fueron cinco veces superiores al quinquenio precedente. Las exportaciones al mismo destino crecen por encima de las ventas a otras zonas [4] .

Pero este terreno no está exento de competidores. Durante los años 80 y 90 Europa incrementó su presencia en la región a través de España. El ingreso de ese país al euro y la internacionalización de sus empresas condujeron a un inédito aumento de las empresas hispanas en sus antiguas colonias. Durante el boom de las privatizaciones, esa inversión se situó incluso por delante de Estados Unidos .

Pero el futuro de España en la zona es una incógnita. Latinoamérica ha sido l a tabla de salvación de muchas compañías ibéricas desde el estallido de la crisis global . Financiaron sus desbalances con transferencias de las filiales situadas en el Nuevo Continente. Pero este rescate se ha combinado con cambios de propiedad en los paquetes accionarios y nadie sabe quién terminará manejando esas compañías.

Europa continúa negociando tratados de libre comercio con la región, pero la expectativa de una gran mercado iberoamericano se está diluyendo. Los mandantes del Viejo Continente disputan negocios, pero no la preeminencia de Estados Unidos en el hemisferio.

El desafío que introduce China presenta otro alcance. En la última década el gigante asiático se convirtió en el gran mercado de las materias primas exportadas por la región. Absorbe el 40% de esas ventas y algunas estimaciones consideran que cada punto de incremento del PBI chino arrastra un 0,4% de su equivalente latinoamericano.

También las inversiones de la potencia oriental se expanden en forma vertiginosa. Subieron de 15.000 millones de dólares (2000) a 200.000 (2012) y llegarían a 400.000 (en 2017). China se está convirtiendo en una gran fuente de crédito. Entre el 2005 y el 2011 concedió préstamos por más de 75.000 millones de dólares, superando los montos otorgados por Estados Unidos o el Banco Mundial [5] .

Aunque esos préstamos se negocian en mejores condiciones, su principal destino son proyectos de minería, energía o commodities, que afianzan la especialización latinoamericana en la provisión de insumos básicos.

China introduce una amenaza comercial a la supremacía estadounidense. Pero al igual que Europa no aspira al control geopolítico de la región. Hay rivalidad económica, sin consecuencias político-militares a la vista.

Incluso llama la atención la aceptación yanqui de la presencia oriental en áreas vedadas. Hay empresas chinas en Panamá y la construcción de un nuevo canal, que atravesaría Nicaragua ha sido adjudicada a constructores de ese origen, sin desatar la reacción del Departamento de Estado. Esa tolerancia ilustra el interés que también tienen las compañías estadounidenses en la ampliación de las transacciones marítimas con Oriente.

LA CONTRAOFENSIVA DEL PACIFICO

La estrategia económica estadounidense gira en torno a los tratados de libre comercio. De los 20 acuerdos de este tipo que ha suscripto en todo el mundo, la mitad se localiza en la región. Con el ALCA aspiraban a forjar un gran mercado sin barreras para las compañías del Norte. Pero ese proyecto fracasó en el 2005 por la resistencia que desplegaron varios países. No se pudo concretar el gran bazar que promovía Washington para manejar las exportaciones desde Alaska a Tierra del Fuego.

Estados Unidos comenzó a suscribir convenios bilaterales para reemplazar el fallido acuerdo hemisférico y ahora ensaya otro paso con la constitución de la Alianza del Pacífico. Motoriza esta iniciativa mediante giras presidenciales y promesas de todo tipo. Ya concretó un bloque con Perú, México, Chile y Colombia, se apresta a sumar a Panamá y Costa Rica y tienta a Uruguay y Paraguay con el status de observadores [6] .

Los tratados buscan incrementar las ventas estadounidenses a mercados que se tornan cautivos, a medida que la apertura arancelaria destruye la competitividad local. También refuerzan el patrón de especialización minero-petrolera de América Latina, para asegurar el abastecimiento de insumos básicos a las empresas yanquis.

El proyecto apunta, además, a la triangulación mundial. Está concebido como un puente con los dos convenios gigantescos que la primera potencia promueve con 28 naciones de la Unión Europea (Tratado de Sociedad Transatlántica de Comercio e inversión, TTIP) y con 11 países asiáticos (Acuerdo de Asociación Transpacífico, TPP). Estos acuerdos se amoldan a las necesidades de las empresas más globalizadas, que fabrican en distintas localizaciones y lucran con la movilidad de capitales y mercancías.

E n el plano geopolítico la Alianza del Pacífico busca neutralizar cualquier proyecto de autonomía latinoamericana. Por eso se ha sustituido la suscripción dispersa de los TLC por un plan articulado de bloque regional.

México es el ejemplo más avanzado de esa estrategia. En dos décadas de vigencia del NAFTA, el país se ha transformado en una plataforma de petróleo y maquilas para el mercado estadounidense. Los neoliberales celebran esta asimilación difundiendo inverosímiles imágenes de progreso, que ocultan la desarticulación de la economía azteca [7] .

La industria que México forjó durante la sustitución de importaciones ha quedado desmantelada. Por cada dólar que se exporta a Estados Unidos hay cuarenta centavos de importaciones del comprador. Esta atadura supera a Canadá y presupone un sometimiento absoluto. La formalidad de un tratado tripartito oculta una sociedad entre dos poderosos que subordinan al integrante latino. México vende el 90% de sus productos a su vecino, tiene sus riquezas naturales atadas a ese mercado y drena mano de obra para realizar trabajos descalificados al otro lado de la frontera [8] .

Esta dependencia extingue la autonomía de política exterior que exhibía México en los años 60, cuando mantenía relaciones diplomáticas con Cuba desafiando al resto del continente. Esa actitud ha quedado demolida con el NAFTA, que impera borrando la memoria de la enorme confiscación territorial que Estados Unidos le impuso a su vecino durante el siglo XIX.

La alta burguesía mexicana participa del acuerdo con el Norte ampliando sus propios sus negocios. Ha desarrolla grandes compañías internacionalizadas y comparte con sus pares brasileños el tope del ranking regional. De las 100 principales empresas locales de la región ese binomio aglutina no sólo 85, sino también 35 de las 50 más rentables. El peso de Cemex, Alfa, Modelo, Telmex o Bimbo es tan relevante, como el poder logrado por Slim, que se ha ubicado en la crema de los multimillonarios globales [9] .

Aquí radica la gran diferencia con los pequeños países centroamericanos. Ese pelotón no incluye economías medianas, ni semi-periféricas y cuenta con pocos grupos capitalistas integrados a los grandes negocios. En lugar de gestar un imperio Slim, la insignificante burguesía hondureña recrea la trayectoria de las elites del banano y sus pares de Panamá se limitan a lucrar con la intermediación del canal o el comercio en las zonas francas.

LAS VARIANTES DE LA DERECHA

La mayoría de los gobiernos que participan en el bloque del Pacífico presentan un cariz derechista. Esta correspondencia no es casual. Están subordinados a Estados Unidos, incentivan la militarización y s e amoldan a la etapa neoliberal.

Los dos sexenios del PAN (2000-12) y la nueva presidencia del PRI en México son ejemplos de esta congruencia. Peña Nieto combinó viejas prácticas de manipulación electoral con el sostén mediático de Televisa para llegar a la primera magistratura. Se dispone a implementar la agenda de contrarreformas que exige la clase dominante en el plano energético, fiscal y educativo.

Para privatizar PEMEX ya derogó la enmienda constitucional que impide celebrar contratos con empresas privadas. Destruye la compañía nacionalizada que simboliza la gesta del Cardenismo. Con un incremento del IVA buscará financiar la eventual caída de ingresos fiscales que generaría esa entrega. También encarece el transporte público, desarticula el sector eléctrico y avasalla los derechos de la docencia [10] .

Colombia es un segundo caso de estrecha asociación entre gobiernos derechistas y adscripciones librecambistas. Aquí el alineamiento político-militar con Estados Unidos fue determinante para el liderazgo reaccionario que encarnó Uribe. Aterrorizó a los campesinos, preservó los privilegios de los latifundistas, facilitó la violencia de los paramilitares y renovó la ideología anticomunista del Pentágono.

Su sucesor Santos persigue los mismos objetivos, pero reinició las fallidas negociaciones de 1982-86 y 1998-2002 con la insurgencia. En una sociedad más urbanizada, con clases dominantes embarcadas en ampliar la frontera de la minería y agro-negocio, el fin de las hostilidades es la llave de nuevas inversiones. Pero los viejos hacendados se oponen y el gobierno juega a dos puntas: mantiene la represión y negocia un acuerdo que convalide la concentración de tierras, perpetrada con desplazamientos y destrucciones comunitarias.

Chile constituye el tercer ejemplo de la misma conexión entre tratados de libre comercio y regímenes derechistas. Allí ambos procesos se recrearon mediante la Constitución Pinochetista, que ratificaron los demócrata-cristianos y socialdemócratas convertidos al credo neoliberal. La Concertación garantizó los privilegios del ejército (10% de las utilidades de la empresa estatal de cobre), un nivel de desigualdad superior al promedio regional y un agobiante sistema de endeudamiento personal, para acceder a la educación superior. El período pos-dictatorial ha estado signado por la represión, la pobreza y la baja sindicalización [11] .

En su segundo mandato Bachelet promete hacer lo que omitió en su gobierno anterior. Afirma que limitará la privatización de la educación y ampliará la participación estatal en un sistema de pensiones privadas que otorga jubilaciones ínfimas. Pero la enorme abstención que rodeó a su triunfo electoral (59% del padrón), ilustra la desconfianza que existe en la concreción de esas medidas. Cualquier paso estará sujeto al filtro restrictivo de la Constitución.

También Perú ha permanecido alineado con el bloque libre-cambista-derechista. El presidente actual (Ollanta Humala) retoma la trayectoria de gobiernos explícitamente neoliberales (Toledo) o de origen nacionalista (Alan García), que redoblaron la represión para expandir la mega-minería. Sus promesas progresistas se diluyeron al acceder a la presidencia. Apalea movilizaciones sociales, congela salarios y viola derechos laborales. Incorporó oscuros personajes a su gestión y autorizó la presencia masiva de militares estadounidenses. Su comportamiento retrata un caso mayúsculo de travestismo político.

Los condicionamientos políticos que generan los TLC tienen un alcance abrumador en los pequeños países de Centroamérica. Estas repúblicas arrastran una historia de sometimiento al poder estadounidense que se ha renovado con las remesas y la emigración. Los presidentes privatizadores de Panamá, Guatemala o Costa Rica han reforzado esa dependencia hasta extremos inéditos.

GOLPISMO INSTITUCIONAL

La derecha ha logrado reciclar su preeminencia en el bloque pro-norteamericano a través de sucesivos comicios. Estas votaciones no amenazan los privilegios de los acaudalados, ni implican un ejercicio real de la democracia. En los pocos casos de mandatarios electos que atemorizaron a las minorías poderosas volvió a irrumpir el golpismo, esta vez con disfraz institucional. Las asonadas fueron propiciadas por el Parlamento, los medios de comunicación y la embajada estadounidense. Tres casos ilustran esta modalidad.

El presidente Aristide de Haití fue capturado y expatriado en el 2004 y las presidencias posteriores quedaron en manos de personajes permeables a los intereses de las fuerzas de ocupación extranjeras (MINUSTAH). Con esta cobertura las empresas foráneas han lucrado con la tragedia humanitaria que afronta la isla luego del terremoto. Realizaron grandes negocios con la simple remoción de escombros. El peligro de hambruna sobrevuela siempre a un país que en 1972 se autoabastecía de alimentos y ahora importa el 82% de su principal consumo (arroz).

Los gendarmes extranjeros introdujeron, además, una epidemia de cólera que produjo 7.000 muertos. Apañan las violaciones que soportan los haitianos en la frontera con República Dominicana y desprotegen a la población frente a la criminalidad del narcotráfico. Se estima que el 12% de la cocaína ingresada a Estados Unidos pasa por Haití [12] .

En Paraguay bastó la introducción de algunos tibios cambios para desatar en el 2012 la reacción macartista contra el presidente Lugo. Armaron una farsa parlamentaria y consumaron en pocos días la acción destituyente. El mandatario que asumió posteriormente (Cartes) está muy involucrado con el narcotráfico y el contrabando.

En Honduras el golpe fue perpetrado para sepultar las reformas y la política externa autónoma de Zelaya. Luego de un record de asesinatos consumaron un fraude, comprando votos, vendiendo credenciales y manipulando actas para impedir el triunfo de la coalición opositora [13] .

La derecha también intentó golpes fallidos contra Chávez (putch petrolero), Morales (ensayo de secesión territorial) y Correa (levantamiento policial). Estos fracasos demostraron los límites que afronta el proyecto reaccionario a escala regional. Por eso sus ideólogos conservadores suelen transmitir más desencanto que satisfacción [14] .

Esa frustración aumentó con el primer año del nuevo Papa, que es un importante actor de la política regional. La derecha percibe que no habrá repetición latinoamericana de la cruzada desplegada por Juan Pablo II en Europa Oriental durante los años 80. Francisco tiene olfato político y capta la inexistencia de condiciones para reproducir esa acción. Por eso difunde mensajes alejados de la retórica convencional. Antes de adoptar cualquier estrategia de política exterior debe atenuar el descalabro de corrupción, pedofilia y pérdida de fieles que soporta la Iglesia.

LA AMBIVALENCIA DE BRASIL

La continuada gravitación militar de Estados Unidos, la contraofensiva librecambista del Tratado del Pacífico, la variedad de gobiernos derechistas y complementos golpistas determinan un escenario ajeno a la tesis pos-liberal. En ese segmento se verifica una nítida continuidad del neoliberalismo. Si ese bloque constituyera el único escenario de la región confirmaría la vigencia de un “consenso de commodities”.

Pero la complejidad de Latinoamérica radica en la coexistencia de esa articulación con un segundo eje geopolítico liderado por Brasil. Este segmento alienta el regionalismo capitalista con estrategias político-económicas más autónomas. El país que encabeza esta estrategia alcanzó un PBI de 2,4 billones de dólares en 2011 y se ubica en el tope de las economías latinoamericanas. Cuenta con 14 multinacionales de proyección global y motoriza inversiones externas en función de un plan estratégico (IIRSA) con financiación estatal (BNDES).

Este papel de Brasil tiene raíces en la historia del país que preservó dimensiones continentales. A diferencia de Hispanoamérica, su conformación nacional no estuvo acompañada de fracturas territoriales. En la segunda mitad del siglo XX se convirtió en una economía mediana, con mercados internos más extendidos y cierta diversidad exportadora.

Estas características tipifican un status semiperiférico. El lugar de Brasil en la división internacional del trabajo tiene más parecidos con España que con Nicaragua o Ecuador. Se ubica en un espacio intermedio entre las grandes potencias y la periferia relegada.

El mantenimiento de esta posición exige exhibición de poder. Brasil moderniza su ejército, ensaya intermediaciones en conflictos alejados (Medio Oriente, Irán, África) y ambiciona el mismo asiento permanente en el Consejo de Seguridad que otras sub-potencias. Ninguna otra nación latinoamericana intenta jugar a ese nivel.

Pero al mismo tiempo, Brasil amolda su política exterior al logro de cierta coordinación hegemónica con Estados Unidos. Por un lado, protege militarmente la Amazonía de las 23 bases que maneja el Pentágono en la zona. Y por otra parte, comanda la ocupación de Haití en total sintonía con el Departamento de Estado. Sus empresas participan en el negocio de reconstruir la isla, alientan la creación de zonas francas y disputan privilegios de exportación.

La dualidad de la política exterior brasileña tiene incontables manifestaciones. Dilma evitó participar en la cumbre regional de repudio al atropello yanqui-europeo contra el avión presidencial de Bolivia, pero también canceló una visita de estado con Obama para protestar por el descarado espionaje de la CIA.

Este camino intermedio fue ratificado recientemente con la decisión de sustituir la compra de aviones militares estadounidenses por unidades de Suecia. Se evitó el choque frontal que hubiera implicado la adquisición de modelos rusos o chinos y se optó por un equipamiento escandinavo, que incluye componentes de empresas norteamericanas [15] .

El mismo péndulo ha seguido la diplomacia de Itamaraty en la última década. Durante el 2003-2011 predominó el distanciamiento hacia Estados Unidos y en el 2011-2013 prevaleció un gran acercamiento, que en los últimos meses parece concluido.

Brasil oscila sin poder imitar a otras sub-potencias que detentan arsenales atómicos (como Rusia o India) o despliegan efectivos en su radio de influencia (Turquía). Intenta forjar su propio espacio, instalando un colchón que atempere las presiones estadounidenses sin confrontar con la primera potencia. No promueve rupturas con el imperio, ni tampoco acepta la subordinación neocolonial al mandato yanqui.

MERCOSUR Y UNASUR

Brasil promueve con Argentina la creación de un área comercial con gran participación de las empresas extranjeras, pero estructura arancelaria propia. El MERCOSUR pretende actuar como una asociación unificada en las negociaciones con otros bloques.

Pero este proyecto no ha podido avanzar a lo largo de dos décadas. Mientras Estados Unidos impulsa la iniciativa con la Alianza del Pacífico, el MERCOSUR navega sin rumbo. Rehúye iniciativas y sobrevive en el estancamiento.

La asociación no ha concretado ningún paso hacia la coordinación macroeconómica. El divorcio de monedas, tipos de cambios y políticas fiscales entre sus integrantes es mayúsculo. No existen propuestas para reducir las asimetrías entre países, y como la industria retrocede, tampoco hay planes de coordinación fabril o utilización compartida de la renta exportadora.

Los miembros del MERCOSUR comercializan los mismos productos e individualmente priorizan la soja y la mega-minería. Este último sector absorbió, por ejemplo, en el 2012 el 51% de las inversiones externas.

La parálisis actual recrea viejos conflictos entre Argentina y Brasil, en torno a normas arancelarias y restricciones cambiarias. Las inversiones se suspenden (Minera Vale en Argentina) y los proyectos se posponen (ferrocarril). En estas condiciones, Paraguay y Uruguay mantienen abierta la posibilidad de tramitar sus propios TLC, quebrando la cohesión del MERCOSUR [16] .

Las indefiniciones de Brasil sofocan a la asociación. Ese país tiene más convenios fuera del área que dentro de Sudamérica y no quiere institucionalizar acuerdos regionales que obstruyan su multilateralismo. Intenta mantener una doble inserción como exportador de productos básicos al resto del mundo y como abastecedor de mercancías elaboradas para sus vecinos. Pero cualquier iniciativa en el primer terreno afecta la expansión del segundo y viceversa.

Una integración productiva sudamericana con fondos regionales de estabilización cambiaria, moneda común y financiación del Banco del Sur, obligaría a Brasil a concentrar inversiones en la zona, en desmedro de su proyección internacional propia. A una escala inferior esta misma tensión entre prioridades regionales y globales se verifica en Argentina, que tiene distribuidas sus exportaciones por todos los continentes.

Las tendencias disolventes se acrecientan, además, a la hora de negociar tratados con otros bloques. La Unión Europea propicia un acuerdo de libre-comercio que privilegia las exportaciones del Viejo Continente, sin atenuar el proteccionismo agrícola que limita las ventas sudamericanas. Los europeos suelen tentar con ofertas unilaterales a funcionarios de todos gobiernos para que acepten un acuerdo a espaldas del resto [17] .

El estancamiento del MERCOSUR contrasta con el intenso activismo geopolítico que ha desplegado el bloque sudamericano en los últimos años. Nunca hubo tantas reuniones presidenciales, ni eventos compartidos por los mandatarios de la región. Esta frecuencia contrasta, por ejemplo, con el declive de las Cumbres Iberoamericanas.

La nueva centralidad regional surgió de acciones conjuntas del Grupo Rio (2010), que alumbraron la UNASUR y luego la CELAC (2011-2013). Al asignar la presidencia rotativa de ese organismo a Cuba se concretó un fuerte desafío a la OEA. También frente al golpe que desplazó a Lugo hubo rápidas respuestas. El MERCOSUR suspendió a Paraguay y aceleró el ingreso de Venezuela a la asociación.

Pero especialmente UNASUR es un conglomerado muy heterogéneo y Estados Unidos presiona a través de sus socios . En el organismo participan varios países de la Alianza del Pacífico que albergan marines en su territorio.

El bloque sudamericano carecerá de consistencia mientras Brasil se mantenga a mitad de camino. Busca sostén para sus aspiraciones, mientras frena todas las iniciativas de integración. Pero a la larga r esultará imposible liderar un proyecto sin cargar con los costos de su concreción. Estas contradicciones se han reforzado en los últimos años, con los privilegios acordados a la agro-exportación, en competencia con los aliados sudamericanos y en desmedro de la industria.

La opción brasileña por la soja afecta localmente, además, la variedad de cultivos de la era cafetalera e incrementa la tradicional concentración de la tierra. Sólo el 10% de los propietarios controlan el 85% del valor total de la producción agropecuaria y 50 empresas manejan toda la comercialización. La dependencia de los fertilizantes es mayúscula. El país participa del 5% de la producción agrícola mundial, pero consume el 20% de los agroquímicos. En este marco la reforma agraria quedó totalmente detenida y 150.000 familias continúan acampando a la espera de un terreno [18] .

Brasil no puede encabezar la integración sudamericana repitiendo el molde de extractivismo con poca manufactura que impera en la región. Su gravitación económica justamente emergió con el esquema opuesto de expansión fabril, durante los años 60 y 70. En las últimas décadas ha retrocedido en todos los planos de la industria. L a tasa de inversión (17% del PBI) fue inferior durante el ciclo expansivo reciente (2006-2011) a la media histórica y la fuerte apreciación del tipo de cambio afectó adicionalmente la competitividad.

Brasil abandonó además el cimiento energético de la hidroelectricidad, a favor de una dudosa apuesta por la explotación petrolera. Facilitó también la desnacionalización de la industria con aperturas al capital extranjero. Casi 300 empresas pasaron a control foráneo desde el 2004, con grandes ventajas para las compañías estadounidenses (3,4 veces más firmas que los franceses, alemanes y japoneses) [19] .

Las recientes medidas adoptadas por Dilma para apuntalar la industria con subsidios financiados por previsión social no revierten la regresión fabril. Durante la última década se apostó a la expansión del consumo sin correlato en la inversión. Más de 15 millones de brasileños viajaron por primera vez en avión y 42 millones fueron incorporados al sistema bancario. Se amplió el crédito y se recuperó el salario mínimo, pero estas mejoras coyunturales no resuelven el bache estructural en la industria [20] .

Esta vulnerabilidad se acentúa por la gran afluencia de capitales de corto plazo, que tienden a salir del país con la misma velocidad que ingresan, en función del rendimiento financiero. Por primera vez en una década, el 2013 cerró con un peligroso déficit en los movimientos de capital que siempre atormentaron a la economía brasileña.

LOS VAIVENES DE ARGENTINA

Durante el siglo XX la economía argentina siguió etapas semejantes a Brasil con resultados opuestos. Tuvo preeminencia durante el liberalismo agro-exportador, perdió posiciones en la sustitución de importaciones y decayó brutalmente bajo la valorización financiera. Aún no se puede predecir cuál será el desemboque final del ensayo neo-desarrollista de la última década, pero la clase dominante argentina ya no disputa hegemonía con su socio mayor.

Aunque el entrelazamiento entre ambos países se afianza, el MERCOSUR es timoneado desde Brasilia. Esta supremacía obedece a condicionantes de largo plazo, derivados de las grandes diferencias en recursos naturales, demografía y territorio que existen entre ambos países. El líder cuenta con un espacio territorial cuatro veces superior a su vecino y alberga una población cinco veces mayor.

Brasil mantuvo durante el siglo XIX la unidad de su territorio original, mientras que su vecino padecía ingobernabilidad y fracturas. Pero esta asimetría no impidió la primacía de Argentina hasta la posguerra, ni la paridad entre ambos hasta los años 60. El posterior distanciamiento no puede atribuirse a la conformación histórica de ambas naciones. Obedece a procesos de la última centuria.

Algunos analistas ponen el acento en la obstrucción que impuso el lobby agrario argentino al desarrollo industrial. Otros remarcan el comportamiento rentista de la burguesía, que ha sido muy proclive a la especulación financiera y todos resaltan la herencia cultural de improductividad que legó la oligarquía vacuna.

Pero muchos estudiosos estiman que estos condicionamientos no fueron tan significativos como la ausencia de estabilidad política que singulariza a la Argentina. Esta fragilidad socavó la acción de la burocracia estatal, en contraste con la cohesión y la mayor articulación con la clase capitalista que exhibe ese estamento en Brasil.

Por otra parte, los grupos dominantes de este último país siempre tuvieron más instrumentos para neutralizar las huelgas y rebeliones, que han sido la nota dominante de los trabajadores de la primera nación. Cualquiera sea la explicación acertada de esta variedad de interpretaciones, la brecha entre ambos países ya es un dato definitivo.

Esta separación no elimina el status semiperiférico de la Argentina. El país participa en el selecto grupo de 20 naciones que discuten las prioridades del orden global. Esta presencia obedece a la relevancia que mantiene como exportador de alimentos. Se ubica en el quinto lugar de ese ranking y es un actor de peso en la definición de las regulaciones y los precios mundiales de ese sector.

Pero esta gravitación agro-exportadora ha obstruido al mismo tiempo el intento de recomposición industrial de la última década. El rebote de la gran debacle del 2001 se materializó con un gran repunte del PBI, el empleo y el consumo. Pero al concluir esa recuperación el deterioro de largo plazo ha reemergido.

Argentina afronta nuevamente las tensiones clásicas de su economía: altísima inflación, desajuste cambiario y bache fiscal, aunque sin cargar por ahora, con los niveles de endeudamiento que la empujaron a colapsos periódicos.

Este retorno al estancamiento obedece a la preservación de una economía que no remontó sus desequilibrios estructurales. Se renunció a un desarrollo productivo basado en la apropiación estatal de la renta agro-sojera y la burguesía local volvió a su costumbre de fugar capital y remarcar precios sin invertir. En estas condiciones afloran los límites de una estrategia exclusivamente basada en empujes de la demanda [21] .

CENTROIZQUIERDA CON SORPRESAS

La correspondencia actual entre el MERCOSUR y las administraciones de centro-izquierda confirma la correlación general que existe entre bloques regionales y tipos de gobierno. Pero tal como ocurre con el binomio TLC-derecha, tampoco aquí rigen estrictas sintonías.

El MERCOSUR precedió a los gobiernos actuales y tuvo una larga consolidación durante el cenit neoliberal de Fernando Henrique Cardoso y Carlos Menen. Pero el regionalismo capitalista que intenta la asociación es más acorde con los gobiernos actuales, que contemporizan con los movimientos sociales y auspician políticas externas más independientes de Estados Unidos. El lulismo y el kirchnerismo constituyen dos variantes de este mismo posicionamiento, pero con grandes diferencias en la acción política.

Durante la última década, el Partido de los Trabajadores (PT) decepcionó en Brasil a quienes esperaban un gobierno afín a los asalariados. El peso de esa organización expresó la influencia alcanzada por un proletariado fuerte y concentrado, pero con escasa experiencia y capacidad para contrarrestar la asimilación al sistema burgués, que impuso el lulismo. El PT quedó integrado a la estructura de las clases dominantes y aseguró la continuidad sin imprevistos, que caracteriza al régimen político de ese país.

Este afianzamiento conservador multiplicó la despolitización, generalizó el consenso pasivo y modificó la base social del gobierno. Los sectores plebeyos de las regiones empobrecidas sustituyen a la clase obrera, las capas medias y la intelectualidad, en el sostén de la actual administración. El gobierno se ha guiado por el principio de otorgar sólo aquellas concesiones que aceptan las clases dominante. Su norma ha sido dar algo a los de abajo, sin quitar nada a los de arriba [22] .

Esta política genera incontables contradicciones, pero no es neutral. Es una orientación al servicio del capital con algunos rasgos de tibio reformismo. Permitió una década de estabilidad burguesa, socavando la legitimidad del proyecto obrero original y se ha mantenido concertando alianzas con la derecha y haciendo concesiones ideológicas al establishment. El lulismo ha seguido la misma trayectoria de involución que transitaron los partidos socialdemócratas.

Con ese soporte Dilma desarrolló su gestión. Pero afrontó el año pasado la sorpresiva irrupción callejera de jóvenes indignados que impusieron sus demandas. Esta enorme movilización sólo tiene dos antecedentes contemporáneos: la lucha por las directas en 1984 y por el impechment de Collor en 1992.

Las protestas iluminaron la realidad del pueblo brasileño, que sufre desigualdad en gran escala, deterioro del transporte y degradación de la educación pública. El PT quedó desorientado frente a movilizaciones que retrataron su alejamiento de la calles. Ahora la derecha buscará aprovechar este desgaste, para hacer demagogia e intentar un improbable retorno a la presidencia en el 2014.

ESCENARIOS CONTRAPUESTOS

La novedosa oleada de manifestaciones que sacudió a Brasil es un dato corriente de Argentina. El ejercicio excepcional de la política en las calles en el primer país constituye la forma habitual de acción ciudadana en el segundo. Aquí radica la principal causa del carácter divergente que asumieron dos gobiernos del mismo cuño.

Mientras que el lulismo acentuó la desmovilización durante su gestión, las continuidades de la rebelión del 2001 obligaron al kirchnerismo a gobernar con un ojo puesto en la reacción de los oprimidos.

Esta peculiar variante del peronismo se abocó inicialmente a restaurar el sistema político tradicional amenazado por la sublevación popular. Pero recompuso el poder de los privilegiados, otorgando importantes concesiones democráticas y sociales al grueso de la población. A diferencia de Lula -que se manejó en un escenario de escasas reformas y sin ninguna presión desde abajo- los Kirchner actuaron en un tembladeral. Reconstruyeron un estado colapsado, en contraste con un PT que mantuvo casi intacta la estructura transferida por Cardoso.

Esta diferencia determinó también la implementación de políticas económicas distintas. En Argentina se ensayó un esquema neo-desarrollista con creciente regulación estatal, para recomponer un mercado interno devastado. En Brasil la inicial continuidad socio-liberal fue pausadamente sustituida por acotadas medidas de intervención, tendientes a contrarrestar la erosión provocada por la ortodoxia monetarista .

El kirchnersimo encabezó un régimen asentado en el liderazgo presidencial, el arbitraje del poder ejecutivo y la influencia de organismos para-institucionales. Este molde político informal retomó ciertas modalidades neo-populistas del peronismo clásico, en contraposición al institucionalismo negociado que continuó imperando en Brasil. Por dos caminos diferentes, el kirchnerismo y el lulismo han buscado neutralizar el protagonismo de los sindicatos y la clase obrera.

Los dos gobiernos pertenecen a la misma especie de centroizquierda y han recurrido a la misma retórica progresista. Los Kirchner retomaron el proyecto de mixturar el peronismo con la variante socialdemócrata anticipada por el alfonsismo y Lula-Dilma transformaron al PT en un típico partido del orden vigente .

El kirchnerismo afronta ahora un declive, que le ha impedido a Cristina seleccionar al próximo presidente como hizo Lula con Dilma. La derecha se prepara desde el oficialismo o la oposición para liderar el recambio del 2015. Pero temen la repetición del tormentoso traspaso presidencial, que ha sido la norma en Argentina y la excepción en Brasil.

Uruguay ha transitado la década con un gobierno de centro-izquierda, más parecido a su par brasileño que a su vecino del Río de la Plata. El Frente Amplio gestionó algunas mejoras en materia de empleo, salario y pobreza, que resultaron suficientes para asegurar su preeminencia. Pero gobierna con la misma desmovilización del PT, generando el mismo tipo frustraciones, especialmente en el terreno democrático ( veto a la despenalización del aborto, persistencia de la ley de amnistía ).

El presidente Mugica sustituyó la vieja cultura institucionalista de la clase media por una retórica plebeya, que generó cierta identificación afectiva en una sociedad estancada por la emigración y el envejecimiento. Sostiene su popularidad en una exitosa exhibición de generosidad personal y desinterés.

Su trayectoria guerrillera ha sido utilizada, además, para legitimar la depredación de los recursos naturales, la primacía de la soja y la especulación inmobiliaria en Punta del Este. Los líderes de la coalición oficialista apuestan a un ajuste de figuras para asegurar la continuidad en la elección presidencial del 2014.

INTERROGANTES IRRESUELTOS

El escenario neoliberal uniforme de los años 90 ha quedado sustituido por un contexto geopolítico más diverso. El proyecto de regionalismo capitalista que lidera Brasil altera ese cuadro, a pesar de la gran ambivalencia que caracteriza a la sub-potencia sudamericana. El MERCOSUR se mantiene estancado y Argentina no despunta, pero al compás de los gobiernos centroizquierdistas la UNASUR y la CELAC han logrado un inédito protagonismo.

La tesis pos-liberal resalta estas mutaciones y le asigna un gran impacto progresista. Pero olvida que esta configuración coexiste con un alineamiento neoliberal del Pacífico, que tiene el mismo (o mayor) peso regional. También omite que Brasil y Argentina han acentuado su amoldamiento económico a la exportación primaria.

Esta última adaptación es presentada por la visión opuesta, como una evidencia del “Consenso de commodities”. Pero con esta denominación se diluyen las diferencias y se pierde de vista el posicionamiento de un bloque sudamericano, que no adhiere económicamente a los TLC, no está sometido a la geopolítica del Pentágono y no opera a través de gobiernos derechistas.

La clarificación de estos problemas exige abordar otras dos singularidades latinoamericanas: el papel de la lucha social y la incidencia de los procesos radicales, que analizados en la tercera parte del texto.

25-1-2014

RESUMEN:

Estados Unidos no se desinteresa de América Latina. Con una diplomacia más afable despliega tropas para reorganizar su dominación. Todas las potencias apetecen los recursos naturales de la región. El avance europeo se ha detenido y la presencia china se acrecienta, disputando negocios pero no preeminencia político-militar.

El objetivo del ALCA resurge con el Tratado del Pacífico. El NAFTA ilustra las consecuencias sociales de estos convenios, que la burguesía mexicana utiliza para internacionalizar sus negocios. Existe una estrecha conexión entre esos acuerdos y los gobiernos derechistas, que no se renuevan sólo por medios constitucionales. El golpismo ha reaparecido en los pequeños países y fracasó en sus intentos de mayor alcance.

Brasil encabeza otro bloque con metas más autónomas de regionalismo capitalista. Se ha consolidado como sub-potencia semiperiférica y adopta posturas ambivalentes frente a Estados Unidos. Ese posicionamiento conduce al estancamiento del MERCOSUR. El país se expande en forma multilateral y evita los costos de la integración. Su opción por el agro-negocio limita la intervención geopolítica de UNASUR y CELAC.

Argentina ha quedado relegada y sujeta a imprevisibles vaivenes. Ya afloran los límites de una recuperación que preservó la renta y el comportamiento burgués improductivo. Los presidentes de centroizquierda son afines, pero el Lulismo gobernó desmovilizando y asimilando al PT al sistema. El Kirchnerismo reconstruyó el estado afrontando luchas sociales. Estas condiciones disímiles determinaron políticas económicas distintas. La tesis pos-liberal sobrevalora la gravitación del bloque autónomo sudamericano y la visión opuesta diluye la singularidad de este alineamiento

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[1] Economista, Investigador, Profesor. Miembro del EDI (Economistas de Izquierda). Su página web es: www.lahaine.org/katz

[2] Ver: Berterretche Juan Luis, “El embuste de la guerra contra la droga”, www.argenpress.info, 7-12-2010.

[3] Tokatlian Juan Gabriel, “Bye Bye Monroe, Hello Troilo”, elpais.com/elpais/2013/11/27.

[4] Tokatlian “Bye Bye”.

[5] Hernández Navarro Luis, “La reinvención de Latinoamérica”, 26/12/2013, alainet.org/active

[6] Morgenfeld Leandro, “Alianza del Pacífico hacia un nuevo ALCA”, www.albatv.org , 05/05/2013.

[7] Dos exponentes de estos mitos: Oppenheimer Andrés, “El plan de Kerry para América Latina”, 15/12/2013, www.elnuevoherald.com . Cárdenas Emilio, “El éxito del Nafta, veinte años después”, La Nación, 9-1-2013.

[8] Ver Echeverría Pedro, “México país poderoso”, 10/4/2012, www. argenpress .

[9] Santiso Javier, “La emergencia de las multilatinas”, Revista CEPAL 95, agosto 2008.

[10] Ver: Aguilar Mora Manuel, “Los primeros siete meses de la restauración priista”, www.rebelion.org , 25-7-2013.

[11] El 1% más rico acapara el 31% del ingreso y el 5% más rico percibe 257 veces más que el 5% más pobre. Quijano José Manuel, “El difícil cambio hacia el combate de la desigualdad”, Brecha, 21-12-2013. También Brum Horacio, “¿Segundas partes serán buenas?”, 23/11/2013 vientosur.info/

[12] Ver: Chalmers Camille,” Haití y la permanencia de la Minustah”, 18/10/2013, brecha.com.uy/index.

[13] Arkonada Katu, “Del golpe de estado al golpe en las urnas”, 26/11/2013, alainet.org/active.

[14] Un ejemplo en: Sanguinetti Julio María, “ Se nubla el cielo de América Latina”, www.lanacion.com.ar, 16-11-2012.

[15] Luego del conflicto de espionaje, las empresas estadounidenses quedaron fuera de la licitación del gran yacimiento de Libra y perdió fuerza el ala pro-norteamericana de Patriota frente al sector crítico de Amorin-Figueiredo. Dos evaluaciones opuestas de la decisión de compra de aviones en: Boron Atilio, “Un increíble y enorme error geopolítico”, 30/12/2013, www.globalresearch . Zibechi Raúl, “Una decisión que fortalece la independencia”, 23/12/2013, alainet.org/active/

[16] Turzi Mariano, “Al MERCOSUR le haría falta una remodelación”, www.clarin.com, 03/07/2013

[17] Ver: Marchini Jorge, “Negociaciones por un acuerdo MERCOSUR-UE”, 8-1-2014

alainet.org/active.

[18] Stedile, Joao Pedro, “O governo ainda nao entendeu”, Revista Desacato, 2013.

[19] Ver: Lessa Carlos, “Dilma precisa de coragem”, www1.folha.uol.com.br, 14/01/2013. También: Chade Jamil, “Brasil se transforma no 4to maior destino”, www.iberoamerica.net , 24/01/2013.

[20] Nepomuceno Eric, “Brasil y sus contradicciones”, www.pagina12.com.ar , 18/02/2013.

[21] Nuestro análisis en Katz Claudio, “La Economía desde la Izquierda. Coyuntura y ciclo Modelo y propuestas”, http://www.geocities.com/economistas_de_izquierda/28-11-2013 .

[22] Ver: Machado Joao, “También la izquierda radical ha sido sorprendida”, vientosur.info, 25/06/2013

 

Dualidades de América Latina (III): Rebeliones y Proyectos

Al comienzo del nuevo siglo estallaron en Sudamérica grandes rebeliones sociales, que modificaron el escenario de reflujo popular en que se asienta el neoliberalismo. Estos levantamientos pusieron un límite a la ofensiva del capital y al proyecto que gestó la derecha para sepultar el ascenso revolucionario de los años 70.

SUBLEVACIONES DE GRAN ALCANCE

Los cuatro alzamientos victoriosos se localizaron en Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela entre el 2000 y el 2005. Fueron rebeliones masivas en medio de grandes crisis políticas, que incluyeron vacío de poder, repliegue de fuerzas represivas, derrotas de la reacción y desconcierto de las clases dominantes.

Los mandatarios identificados con el neoliberalismo fueron expulsados de la presidencia y los programas de virulenta privatización, apertura comercial y flexibilización laboral perdieron sostén social. Estas conmociones influyeron sobre otros países (Brasil, Uruguay, Paraguay, Colombia), que no registraron movilizaciones de esa envergadura.

Las rebeliones no alcanzaron la dimensión que tuvieron las grandes revoluciones sociales del siglo XX (México-1910, Bolivia-1952, Cuba-1959 y Nicaragua-1979). Los viejos estados persistieron, el poder popular quedó acotado y no hubo desenlaces militares . Pero los alzamientos tuvieron fuerza suficiente para reavivar la s demandas nacionales y democráticas. Actualizaron las tradiciones antiimperialistas y en algunos casos reintrodujeron el horizonte socialista.

Estas acciones superaron ampliamente los estadios básicos de una protesta social, mejoraron las condiciones para obtener conquistas populares y propinaron derrotas a los dominadores. Estos resultados no se han registrado en otras partes del mundo.

Las rebeliones modificaron las relaciones sociales de fuerza y limitaron la agresión que el gran capital había iniciado con las dictaduras y las guerras sanguinarias, para quebrar la gesta continental inaugurada por la revolución cubana. Las revueltas contuvieron esa arremetida.

Pero las sublevaciones condicionaron, además, la etapa económica en curso. No lograron revertir la tónica regresiva de esas transformaciones, pero socavaron su estabilidad, viabilidad y continuidad. Han puesto un freno a las derrotas populares y forzaron concesiones o actitudes más cautelosas por parte de los capitalistas en los epicentros y en el vecindario de los estallidos populares.

Por estas circunstancias América Latina se ha convertido en una referencia para todos los movimientos sociales del mundo. Este interés salta la vista en cualquier foro de intercambio de las experiencias de lucha. Las acciones sudamericanas indicaron caminos de resistencia al ahogo que imponen el pago de la deuda externa y los ajustes del FMI. Han demostrado cómo implementar una auditoría de la deuda y cómo proteger las reservas ante la fuga de capital.

La envergadura de las resistencias latinoamericanas puede clarificarse mediante comparaciones internacionales. El contraste con las rebeliones del mundo árabe es ilustrativo. También allí el neoliberalismo masificó el desempleo, precarizó el trabajo y empujó a los desposeídos a la lucha democrática contra regímenes semi-dictatoriales.

Estados Unidos le asigna al Medio Oriente la misma importancia estratégica que al sur del hemisferio americano, depreda los recursos naturales de ambas regiones con la misma impunidad y pretende ejercer la misma supervisión militar en las dos zonas. Por esta razón el antiimperialismo despierta en Medio Oriente las mismas simpatías que en Latinoamérica.

Pero los pueblos de esta última región no han sufrido la destrucción bélica y el desangre padecido en el mundo árabe. Lograron recrear los proyectos nacionalistas, progresistas y de izquierda que declinaron en Medio Oriente. Preservaron tradiciones históricas seculares, contrapuestas a la tutela teocrática que ganó espacio en esa región. Mientras que América Latina ha podido sostener sus victorias democráticas, el mundo árabe sufre una contraofensiva del imperialismo y del islamismo reaccionario, para sepultar con guerras sectarias las esperanzas que emergieron durante la primavera [2] .

Una segunda comparación con Europa del Sur es también instructiva, puesto que varios países de esa región sufren los mismos ajustes que recayeron sobre América Latina en la década pasada. Soportan el mismo rescate de los bancos acreedores y la misma transferencia de empresas quebradas a los estados. Las políticas deflacionarias aplicadas en Grecia o Portugal repiten el círculo vicioso del ajuste que desgarraba a Sudamérica.

Pero las victorias de las rebeliones que tumbaron a los presidentes neoliberales e impusieron agendas sociales en esta última región, no se han repetido hasta ahora en Europa del Sur. Allí no se consiguieron aún triunfos significativos. En el Viejo Continente hay que lidiar con el complejo mecanismo monetario del euro, en medio de amenazas fascistas y cuestiones nacionales más controvertidas que en la contraparte americana.

CONTINUIDADES Y CAMBIOS

El período abierto con las rebeliones del nuevo siglo persiste hasta la actualidad, sin haber registrado avances, ni retrocesos cualitativos. La etapa de gran convulsión (2000-05) que condujo a la caída de seis gobiernos fue sucedida por una fase de mayor estabilidad (2005-08) y luego por un período de gestación de nuevas movilizaciones (2009-13). La generalizada reacción contra los colapsos creados por el endeudamiento y las privatizaciones ha sido reemplazada por demandas más variadas y diferenciadas.

En algunas zonas, la batalla contra el saqueo de los recursos naturales (Perú, Ecuador) ocupa el lugar que en la década pasada tenía el rechazo al FMI. En otros países las movilizaciones cobran fuerza, a partir de reclamos específicos contra la carestía del transporte (Brasil), el costo de la educación (Chile) o la invasión de importaciones agrícolas (Colombia).

El signo general de la situación sudamericana está determinado por las conquistas obtenidas en los cuatro países que protagonizaron las grandes rebeliones. En Venezuela la derecha ha recurrido a todos caminos posibles para reconquistar el gobierno y fracasó una y otra vez. Intentó golpes, conspiraciones, sabotajes y perdió 18 de las 19 elecciones realizadas en los últimos 14 años. Mientras las mejoras sociales continúan, en cada uno de los comicios se ha librado una gran batalla contra la derecha.

Esta misma continuidad de avances democrático-sociales se verifica en Bolivia , en el marco de la nueva constitución del estado plurinacional. El nivel de combatividad, radicalidad y protagonismo de los sectores populares es muy elevado e incluye conflictos con el único presidente surgido de los movimientos sociales.

Este tipo de choques ha derivado en un repliegue de los movimientos indígenas que encabezaron las revueltas de Ecuador. Pero la derecha ha quedado más aislada y tiene menos expectativas de recuperar el gobierno, en un contexto de estabilización política y ciertas mejoras sociales.

Finalmente en Argentina el protagonismo que tuvieron los desocupados y la clase media ha sido reemplazado por los trabajadores organizados, en un marco de continuada vitalidad de la protesta callejera y capacidad popular para imponer conquistas.

Los límites que enfrenta el atropello neoliberal en estos cuatro países facilita la resistencia en otras naciones. La batalla de los estudiantes chilenos perdura como un acontecimiento central, al cabo de varios ciclos de multitudinarias manifestaciones. La demanda de educación gratuita y de calidad ha calado hondo en la población y golpea un pilar del continuismo forjado por los gobiernos de la Concentración.

La misma gravitación antiliberal tienen los paros agrarios en Colombia contra las importaciones de alimentos que arruinan al pequeño productor. Esta protesta confronta con el TLC en uno de los países más comprometidos con la apertura comercial. La masividad del reclamo inaugura una fuerte pulseada, en un terreno sensible para las clases dominantes.

Lo mismo que ocurre en Perú con la defensa del medio ambiente contra la destrucción que genera la mega-minera. La centralidad que tiene esta actividad para el capitalismo peruano explica la brutalidad de la reacción oficial.

Pero la principal novedad del 2013 ha sido el despertar de un gigante en Brasil, con movilizaciones que reunieron un millón de personas. La respuesta inmediata contra la criminalización de la protesta ilustra la nueva conciencia democrática que existe frente a la represión. Se logró frenar el aumento de las tarifas e imponer una nueva agenda para el transporte y la salud pública.

Una juventud más escolarizada ha cuestionado el derroche del Mundial de Futbol, ocupando el vacío que han dejado los viejos militantes. Estas marchas pusieron fin al reflujo de la lucha en Brasil y colocan al país en sintonía con la región [3] .

El estado de las luchas sociales en Centroamérica difiere sustancialmente del sur del continente. Allí no se han conseguido logros significativos. Al contrario, predomina la ofensiva del capital sobre el trabajo. México es el caso más evidente de esta situación. El país ha quedado golpeado por la despoblación agraria, la emigración masiva, las derrotas de los mineros y las dificultades de la lucha docente. Prevalece la impotencia frente a la flexibilidad laboral, en un contexto de terrorismo de estado y salvajismo del narcotráfico. La bandera plantada en Chiapas hace veinte años perdura como un símbolo de resistencia, que no ha podido proyectarse al resto de la nación [4] .

Pero las explosivas condiciones sociales de esta zona pueden generar un abrupto viraje hacia el ascenso popular, especialmente en los países que se recomponen del terrible legado de masacres de los 80. Desde la firma de los acuerdos de paz (2006) existe en Guatemala un gran movimiento por la justicia y el castigo a los represores de las matanzas cometidas en el pasado.

Otro tipo de resistencia irrumpe en las localidades más afectadas por la agresión de los presidentes ultra-liberales. Por ejemplo en Panamá se registró el año pasado un masivo levantamiento contra la privatización de las tierras en Colón.

Pero la batalla clave de Centroamérica se libra en Honduras, donde se forjó un vasto movimiento de resistencia que erosionó el poder de los golpistas. Con un despliegue de gran heroísmo, la población enfrentó asesinatos, persecuciones e intimidaciones de un régimen criminal apañado por la embajada yanqui. No pudieron derrotar el continuismo que impuso la derecha a través de comicios fraudulentos, pero han gestado un polo opositor de enorme envergadura.

El contagio de Venezuela ha sido determinante en Honduras e influye sobre el conjunto de Centroamérica y el Caribe. Es el país que actúa como nexo, entre las acciones populares más avanzadas del sur y más retraídas del norte. La transmisión de experiencias de una región a otra tiende a multiplicarse, junto a la creciente percepción popular de una identidad latinoamericana común.

Este avance en la conciencia regional es un resultado directo de las rebeliones, que impusieron ciertas conquistas sin haberse extendido, ni profundizado. Ninguna revuelta devino en revolución triunfante, pero las clases dominantes tampoco pudieron retomar la ofensiva o disipar la relación social de fuerzas creada por la acción popular. Persistió el divorcio de muchos países con las resistencias, pero nuevos segmentos de trabajadores se han incorporado a las protestas.

Esta relación de fuerzas es tomada en cuenta por la tesis pos-liberal para caracterizar la etapa actual, pero sin discriminar su impacto diferenciado en cada país. El registro de las victorias populares es en cambio mucho más borroso en la teoría del “Consenso de commodities” , que sugiere la existencia de un escenario regional uniforme y poco afectado por las acciones populares.

LA CENTRALIDAD DE CUBA Y VENEZUELA

Las rebeliones latinoamericanas tuvieron dos consecuencias decisivas: oxigenaron a la revolución cubana e incentivaron la aparición de gobiernos radicales en Venezuela y Bolivia.

Durante los años 90 Cuba resistió heroicamente el aislamiento y las agresiones imperiales. Esta actitud reforzó su condición de símbolo de la emancipación. Logró mantener vivo el ideal socialista frente a bloqueos y agresiones, que habrían tumbado en pocos días a la mayoría de los regímenes políticos conocidos.

El cambio de relaciones de fuerza en la región y los fracasos estadounidenses permitieron atenuar el asedio de la isla y reavivaron el protagonismo de Cuba. El lugar geopolítico que ha reconquistado ese país es una de las principales consecuencias positivas de las sublevaciones del siglo XXI.

La isla está transitando por una gran transformación, puesto que no puede avanzar en soledad hacia la meta igualitaria. El desplome de la URSS y el tránsito pro-capitalista de China han creado un nuevo escenario global, que confirma la imposibilidad de gestar aisladamente el socialismo en una pequeña localidad del Caribe. Cuba demostró que este proyecto permite a una economía con pocos recursos alcanzar niveles de escolaridad, mortalidad infantil y expectativa de vida superiores al resto de la región. Es un país sin hambre, delincuencia organizada o deserción escolar.

Pero una economía amoldada a la expectativa de participar en el avance mundial del socialismo ha debido afrontar el abrupto cambio del contexto internacional. Tuvo que sobrevivir aceptando el turismo, el mercado de divisas y la indeseada ampliación de la inequidad social.

Ahora se ha embarcado en una reforma mercantil para reactivar la economía evitando el retorno al capitalismo. Son cambios riesgosos, pero el inmovilismo es la peor opción y la combinación de cooperativas y pequeña empresa privada bajo la continuada primacía estatal, permitirían contrabalancear las dificultades actuales. Estos cambios se desenvuelven apostando a una futura maduración del proceso anticapitalista en América Latina [5] .

Estas perspectivas son factibles por la consolidación de gobiernos antiimperialistas , que afrontan severos conflictos con las clases dominantes, en un marco de gran movilización popular. Venezuela es el epicentro de esas experiencias.

El proceso bolivariano ha introducido transformaciones progresistas sin erradicar el estado burgués y las relaciones de propiedad capitalistas. No es la primera vez en la historia que se ensaya un modelo intermedio de este tipo. Pero lo novedoso es la prolongada duración del intento.

El chavismo ha demostrado una renovada vitalidad sin Chávez. En diciembre pasado obtuvo un inesperado triunfo electoral (en 15 de las 24 capitales y el 76% de las alcaldías) frente a una derecha dividida, con su líder Capriles desprestigiado y debilitado para intentar un revocatorio presidencial [6] .

La derecha intentó todo y no logró nada. Falló con el golpe, con la demagogia electoral y con el disfraz bolivariano. Maduro trabaja para superar el inconmensurable bache dejado por la muerte de Chávez y comienza a despuntar una nueva generación militante más politizada y curtida en las batallas de la última década .

La continuidad bolivariana se explica por la persistencia de reformas sociales, que permitieron significativos logros en la reducción de la pobreza ( del 60% al 26,7%) y la desnutrición (3,7%), con desempleo declinante (6,2%) y gran incidencia de las misiones (el 72% de los hogares utiliza algún plan social) [7] .

El proceso chavista ha retomado la iniciativa, con medidas de intervención económicas para contener la desbocada inflación (54% inter-anual en 2013). Enfrenta el mismo sabotaje de remarcaciones, desabastecimiento y fuga de dólares que soportó Salvador Allende. Los grandes capitalistas no sólo buscan venganza. Quieren recuperar el manejo de la renta petrolera, que en la actualidad se destina en gran parte al gasto social.

Pero el desorden económico también obedece a los montos millonarios que maneja la corrupta “boliburguesía”. Lucran con la intermediación comercial y la especulación en gran escala. La caja petrolera que administra el gobierno debería facilitarle su acción. Pero el enemigo opera desde el interior del proceso y periódicamente acorrala al chavismo con maniobras cambiarias y financieras.

Los economistas y militantes que promueven reforzar y transparentar los controles están delineando un acertado camino para encaminar el proceso hacia un rumbo socialista. Confrontan con las propuestas de adaptación al ajuste capitalista y con las actitudes de simple deserción [8] .

LAS DISPUTAS EN BOLIVIA

Morales dirige otro gobierno radical surgido de rebeliones populares, pero gestiona un país muy distinto a Venezuela. En el Altiplano prevalece un enorme grado de pobreza, retraso económico y estrechez del mercado interno. El país arrastra, además, una estructura política débil y un estado muy incompleto. Esa estructura nunca pudo cohesionar las nacionalidades que alberga en su territorio. Con la nueva Constitución plurinacional comenzó la reversión del elitismo racista y la conquista de los derechos postergados.

Evo reafirmó su liderazgo incrementando sostenidamente el caudal electoral de las organizaciones que lo sostienen (54% en 2005, 67% en 2008, 64% en 2009). Disputará próximamente su tercer mandato, con una sólida base en el campo e importantes simpatías en las ciudades. Ha podido otorgar ciertas mejoras sociales con los ingresos que el estado captura de las exportaciones luego de las nacionalizaciones.

El gobierno actual de Bolivia desenvuelve una política exterior muy crítica hacia Estados Unidos (sin embajador desde el 2008, expulsión de la agencia USAID, retiro de los tribunales del CIADI). Ha logrado, además, debilitar a la oposición derechista, que oscila entre hacer negocios y retomar las fracasadas conspiraciones.

La gran tradición de lucha popular que existe en el país no ha decaído y continúan las movilizaciones urbanas (salud, maestros), mineras e indígenas (contra la construcción de la carretera en el Tipnis). La continuidad de estos movimientos tiende recrear a veces la vieja imagen de un país ingobernable, acosado por la anomia estatal y una conflictividad endémica irresoluble.

El gobierno acompaña algunas protestas y choca frontalmente con otras. Cuando las demandas tienen soporte popular suele negociar (Tipnis) o retrocede (aumento del combustible). Estas vacilaciones expresan las indefiniciones de un proceso, que por un lado promueve la modernización neo-desarrollista del capitalismo y por otra parte convoca a forjar una sociedad igualitaria. Al igual que Maduro en Venezuela, Morales comanda un gobierno en disputa entre los promotores de ambas perspectivas.

Algunos sectores desencantados con esa gestión han optado por la crítica furibunda. Estiman que Evo abrazó el extractivismo neoliberal, alienta nocivos contratos de minería, y gas con compañías extranjeras y avala el trazado de carreteras que deterioran el medio ambiente.

Pero la caracterización de un gobierno no debe ser establecida considerando sólo las variables ambientales. Estos parámetros no determinaran por sí mismos los datos sociales en juego. Además, la política de recursos naturales que debe implementar Bolivia difiere significativamente de su equivalente en Alemania o Suecia. El Altiplano necesita imperiosamente utilizar esos bienes en forma sustentable para reducir el nivel extremo de subdesarrollo.

LOS COSTOS DE LA INDEFINICIÓN.

Algunos gobiernos integrados al espacio radical desenvuelven políticas más próximas a la centroizquierda. Ecuador es un ejemplo de esta postura.

Correa ha intentado la modernización capitalista para optimizar el funcionamiento del estado, sin introducir cambios estructurales. Mantuvo la concentración en el agro (el 5% de propietarios acapara el 52% de las tierras) y el poder de las grandes empresas (62 grupos manejan el 41% del PIB). Las utilidades de estos sectores se incrementaron significativamente (un 54% más en el 2004-09), en un marco de continuado predominio económico del petróleo, las remesas, el café, el banano, el cacao y los camarones [9] .

El gobierno retomó inicialmente la agenda de la rebelión que encabezaron los movimientos sociales. Rechazó el TLC, cerró la base yanqui de Manta y sancionó una nueva Constitución. Posteriormente Correa atenuó la tónica reformista y se limitó a utilizar el significativo aumento de los ingresos tributarios para reforzar el sostén asistencial. Difundiendo un ideario de “Buen Vivir”, la inversión social pasó de 0,35% (2006) a 3,82% (2011) [10] .

El arrollador triunfo que logró Correa en los últimos comicios (febrero 2013) suscita pronósticos opuestos. Algunos analistas estiman que la demolición de la derecha empresaria (Lasso, Noboa) despejó el camino para implementar la agenda progresista (ley de prensa, reforma agraria, código penal) con un sólido sostén parlamentario. Otras miradas resaltan la consolidación del caudillismo, la revitalización del ejército y el creciente nombramiento de funcionarios conservadores en desmedro de las figuras radicales [11] .

Nicaragua ofrece otra variante de esta combinación de posicionamiento radical en el plano externo y estrategia centroizquierdista en la órbita interior. Recientemente Ortega volvió a obtener un gran triunfo electoral, ampliando el soporte que ya logró en los comicios anteriores.

Ahora puede gobernar sin la oposición, archivando el pacto que le permitió el retornar en el 2006, mediante una reforma electoral pactada con la derecha. Continúa usufructuando con el recuerdo de la desastrosa gestión que caracterizó a los conservadores (1997-2001) y con la persistente división que reina en ese espacio (Alemán versus Bolaño).

Pero el Sandinismo actual se sitúa a años-luz del viejo FSLN. Ha quedado estructurado en torno a un grupo familiar-empresario de Ortega, que suscribe acuerdos con el FMI, otorga privilegios a los bancos y penaliza el aborto para estrechar relaciones con la Iglesia [12] .

La pugna con los oligarcas locales y la firme política frente a Estados Unidos ubican a Ortega en la vereda opuesta al polo derechista. Pero su contundente abandono del pasado revolucionario también lo alejan del espectro radical. En su caso el contraste entre discurso y práctica es mayúsculo. Ha transitado un camino muy diferente al resto de los mandatarios latinoamericanos. Optó por el amoldamiento al status quo y la ruptura definitiva con el sandinismo original.

Una situación más compleja se vislumbra en El Salvador. A l cabo de muchos años de guerra y presidencias ultra-reaccionarias, llegó al gobierno una coalición sostenida por el viejo liderazgo guerrillero del Farabundo Martí (2009). Pero la presidencia quedó a cargo de un periodista sin trayectoria militante (Funes), que preservó la gestión económica neoliberal, el TLC y el dólar como moneda. Se embarcó en un idilio con Estados Unidos, que incluyó la participación en operativos externos y la presencia de ministros afines al Departamento de Estado.

Es evidente el estrecho margen de acción que cuenta un país tan pequeño y dependiente de las remesas (18% del PIB) que auxilian al 70% de las familias. Pero es indudable también que el gobierno acepta estos condicionamientos como datos inmodificables y refuerza un orden social opresivo. Algunos analistas sostienen que la derecha comienza a lograr en la posguerra, lo que no obtuvo en veinte años de sangrientas batallas. Consolida los intereses y privilegios de los poderosos [13] .

Un ejemplo más contundente de frustración política se ha verificado en Paraguay por la actitud timorata del ex presidente Lugo. Cuando la derecha le exigió la renuncia, tomó sus pertenencias y se volvió a casa. No ofreció ninguna resistencia al golpe. El contraste con la valiente actitud que adoptaron Correa o Zelaya fue mayúsculo.

Incluso el cuestionamiento diplomático que hizo el MERCOSUR a la asonada de Paraguay fue superior a la reacción del mandatario depuesto. Esa conducta coronó un gobierno signado por la vacilación. Lugo no avanzó en la reforma agraria en un país con el 85% de las tierras en manos de un 2% de propietarios, que expanden la frontera de la soja expulsando campesinos. Actuó como el típico conciliador que termina reforzando la derecha, mientras el movimiento social se desorganiza y la militancia se desmoraliza.

Los procesos latinoamericanos -que eluden la radicalización imaginando reformas que el capitalismo no tolera- conducen a la frustración. Frenan el avance de la izquierda y terminar facilitando el retorno de la derecha.

EL DESPUNTE DEL ALBA

Para enfrentar el acoso que desplegaron las empresas y bancos estadounidenses, Venezuela y Cuba crearon el ALBA. Aumentaron el intercambio mutuo para resistir esa presión. Acordaron mayor abastecimiento petrolero del primer país a cambio de servicios educativos y sanitarios del segundo y extendieron posteriormente este principio a una amplia gama de productos.

Los mismos mecanismos instrumentaron los países que se incorporaron posteriormente a la asociación (Bolivia, Nicaragua, Ecuador, Islas de Antigua, San Vicente, Granadinas). Han introducido formas de cooperación entre economías que priorizan el bienestar popular a la rentabilidad de los negocios. Con esos criterios se propicia un proyecto muy diferente a las iniciativas de integración latinoamericana basadas en la competencia y el mercado.

En el plano político el ALBA asumió un planteo de unidad antiimperialista. Propone romper con el sometimiento a Estados Unidos para afianzar la soberanía y facilitar los avances populares.

A diferencia de los TLC o el MERCOSUR, el ALBA es inconcebible sin un basamento en gobiernos revolucionarios o radicales. En este caso, existe una gran correspondencia entre el bloque latinoamericano en construcción y las presidencias de izquierda. Ese proyecto no podría subsistir sin esos pilares nacionales, puesto que ninguna clase dominante se mantendría en esta asociación si recupera el manejo de los gobiernos.

El ALBA y sus complementos (como Telesur) se inscriben en un horizonte popular con futuro, si germinan los componentes anticapitalistas. Esa perspectiva exige la radicalización de los gobiernos nacionalistas enfrentados con el imperialismo y en conflicto con los capitalistas locales.

Pero la consolidación inmediata del ALBA enfrenta límites derivados del gran subdesarrollo imperante en las economías que participan de esta iniciativa. Existe sólo un país con recursos significativos (Venezuela) y su riqueza petrolera no es sinónimo de economía mediana o bases industriales. Mantiene un abismo con las potencias centrales y una brecha enorme con México, Brasil o Argentina.

Los gobiernos bolivarianos han implementado un uso externo muy progresista del petróleo. Asisten a las economías y poblaciones más necesitadas con medidas tendientes a socavar la dominación imperial. Pero esta acción no genera por sí misma desarrollo económico y no erradicará el atraso de los países tan afectados por la pobreza.

El ALBA no sólo auspicia valorables iniciativas de intercambio. Concibe una unidad de cuenta e intercambio (sucre), con perspectivas de moneda común opuestas al modelo neoliberal del euro. La concreción efectiva de este proyecto desborda a esa articulación, puesto que se requieren áreas monetarias y respaldos en divisas de gran porte. Lo importante es como la asociación define una agenda económica potencialmente alternativa para toda la región, mientras avanza con nuevos tratados entre sus miembros (como Petro-Caribe o Eco- ALBA).

Los integrantes de este bloque deben desenvolver su acción en la cornisa de complejos equilibrios. Venezuela se incorporó por ejemplo al MERCOSUR, propinando una derrota al veto que interponía Estados Unidos a través de Paraguay. Pero esta decisión de protección política conlleva el costo de aceptar la adversa competencia de los bienes importados sin arancel desde Brasil.

En el plano geopolítico los gobiernos del ALBA han jugado un rol revulsivo con permanentes iniciativas contra la presencia militar estadounidense (denuncia del TIAR). Han desarrollado campañas de denuncia y movilización frente a todas las agresiones del imperio. El sostén de la resistencia hondureña, el auxilio humanitario de Haití y el auspicio de las negociaciones de paz en Colombia son tres ejemplos recientes de gran contundencia.

Los gobiernos del ALBA han cumplido también un rol de vanguardia en el sostén de los perseguidos por ejercer la libertad de prensa. Ecuador ofreció asilo a Assange, enfrentando la cruzada que emprendieron Estados Unidos y Gran Bretaña, para acallar al comunicador que destapó las grandes manipulaciones de la diplomacia.

Luego Bolivia, Nicaragua y Venezuela abrieron sus puertas al recibimiento de Snowden, el otro perseguido por ilustrar al mundo cómo operan las redes de espionaje imperial. Esta solidaridad ha sido coherente con gobiernos que soportan bombardeos de injurias por parte de las grandes cadenas de la comunicación global.

El MERCOSUR y el ALBA constituyen dos proyectos muy diferenciados, a pesar de compartir espacios comunes (como CELAC o UNASUR). La primera asociación busca remodelar el capitalismo en torno a pilares regionales más autónomos y la segunda motoriza una acción antiimperialista con esbozos de pos-capitalismo.

Esta divergencia se traduce en actitudes muy opuestas frente a la intervención popular. En contraposición a los gobiernos del MERCOSUR, los presidentes del ALBA suelen acompañar los encuentros entre mandatarios con foros de discusión militante (“Cumbres de los Pueblos”).

La reciente realización de Asambleas de los Movimientos Sociales del ALBA se inscribe en esta concepción de construcción popular. Allí participa una generación de militantes que rehabilita explícitamente al socialismo e impugna abiertamente al capitalismo. Han comenzado a formular propuestas de acción continental para avanzar hacia la unidad latinoamericana, conquistando soberanía financiera, alimentaria y de recursos naturales [14] .

RESPUESTAS AL DEBATE

La caracterización de un tercer bloque de gobiernos revolucionarios y radicales permite esclarecer la contraposición planteada entre la mirada pos-liberal y la visión del “Consenso de commodities”.

Sin duda este eje antiimperialista aglutinado en torno al ALBA promueve una ruptura frontal con el neoliberalismo. Es un corte que se procesa no sólo en contraposición al bloque librecambista y reaccionario del Pacífico, sino también mediante políticas diferenciadas del regionalismo capitalista que lidera Brasil. El status pos-liberal sólo correspondería a ese segmento radical y no al conjunto del Sudamérica.

La tesis pos-liberal equipara erróneamente al ALBA con el MERCOSUR y desconoce la diferencia cualitativa que separa a los presidentes radicales (Maduro, Morales) de los centroizquierdistas (Roussef, Kirchner).

Estas inconsistencias derivan de una confusa utilización del propio concepto de pos-liberalismo. Se lo aplica en tantos sentidos, para aludir a tal diversidad de situaciones, que termina navegando en la indeterminación. No se sabe si define gobiernos, etapas o patrones de acumulación. La noción tampoco esclarece las políticas económicas en boga. Estas orientaciones suelen cambiar con la coyuntura y adoptan modalidades de mayor ortodoxia o heterodoxia en función de la crisis global.

En la acepción más corriente, el pos-liberalismo define un período superador del Consenso de Washington. Pero enfatiza el giro político hacia la autonomía, omitiendo la persistencia del patrón económico gestado durante la fase precedente.

La caracterización opuesta resalta un predominio extractivista en toda la región, avalado por gobiernos de distinto signo, que reemplazaron la valorización financiera por la sumisión a la minería, el petróleo y la soja. En contraposición a la óptica pos-liberal relativiza los cambios políticos y remarca las convergencias económicas conservadoras.

Esta teoría del “Consenso de commodities” comete un error simétrico al sobre-dimensionamiento de los virajes políticos progresistas. Desconoce las fuertes divergencias que separan a los gobiernos derechistas, centroizquierdistas y radicales, en todos los terrenos ajenos a la especialización en exportaciones básicas.

La principal dificultad aparece al momento de explicar las posturas soberanas o las reformas sociales que adopta un eje político radical, asentado en la mono-exportación primaria. Venezuela no logró erradicar la preeminencia del petróleo, Bolivia no se liberó de la centralidad de la minería o el gas y Cuba incrementado su atadura al níquel o el turismo. ¿Pero esa dependencia convirtió a Chávez, Evo o Fidel en presidentes afines a Fox, Uribe o Alan García?

Las confusiones en este terreno conducen a caracterizaciones que identifican mecánicamente la gravitación de la agro-minería con el aumento de la dependencia política o la reversión neocolonial. En los casos más extremos, Evo Morales es presentado como un “extractivista neoliberal” y Correa como un “agente del capital trasnacional”.

El extractivismo es un concepto adecuado para ilustrar ciertos rasgos de la economía latinoamericana. Estas características condicionan el patrón de reproducción, pero no definen el carácter de un régimen político o la naturaleza de un gobierno.

DIMENSIONES EN CONFLICTO

Para evaluar lo ocurrido en la última década hay que integrar las dos dimensiones de los procesos en curso. Las transformaciones políticas en la región aparecieron en un marco de continuada especialización primario-exportadora. Hay mayor diversidad de gobiernos y mayor predominio del mismo de patrón de reproducción. Con el dictamen de pos-liberalismo o de Consenso de commodities se elude el análisis de esta contradicción.

Ambas categorías contienen una parte de la verdad, pero no explican el escenario regional. Para entender porque Venezuela y México transitan por rumbos tan distintos en contextos semejantes, hay que distinguir los condicionantes económicos de los determinantes político-sociales. El patrón de reproducción da cuenta de la estructura productiva y la inserción internacional de cada economía. Pero los gobiernos deben ser caracterizados con otro instrumental. Emergen de la historia y tradición política de cada país, en correspondencia con las necesidades de las clases dominantes y los desenlaces de la lucha social.

Las dos dimensiones están muy relacionadas y las mutaciones de un plano inciden directamente sobre el otro. Pero esos cambios no se procesan al mismo ritmo, ni en la misma dirección. En la última década las grandes transformaciones políticas de América Latina incidieron en forma muy limitada sobre la esfera económica. Trastocaron el contexto ciudadano de algunos países sin alterar su esquema de reproducción.

Este resultado confirma que la acción de un gobierno tiene efectos acotados sobre la acumulación capitalista. Una administración derechista se amolda por completo al pilar neoliberal, otra centroizquierdista afronta conflictos y un proceso radical choca con esos fundamentos. En un caso prevalece la sintonía, en otro la convivencia y en un tercero la contraposición. Pero la modificación de un patrón económico y un tipo de inserción internacional van mucho más allá de los presidentes y sus políticas económicas.

Es importante diferenciar estos niveles de análisis para integrarlos en una caracterización totalizadora. Los triunfos populares contra el neoliberalismo no determinan un paisaje posliberal y la continuada especialización primario-exportadora no diluye en un status común a todos los gobiernos.

Esta desincronización entre política y economía que se verifica en América Latina deriva en última instancia de la existencia de rebeliones populares victoriosas, que limitaron el alcance regresivo del neoliberalismo sin sepultarlo. Las dualidades de la región se explican por la dinámica de levantamientos, que no fueron derrotados pero tampoco devinieron en revoluciones anticapitalistas triunfantes. Este resultado intermedio se refleja en la variedad de gobiernos.

Pero dualidad no es sinónimo de indefinición y las tendencias en pugna deberán dirimirse. Los gobiernos del ALBA sólo pueden alcanzar metas progresistas si se radicalizan, confrontan con las clases dominantes y comienzan a erradicar el patrón primario-exportador. La llave maestra de este viraje se ubica en la transformación revolucionaria del estado. Si este giro se demora, los dominadores tendrán tiempo para inducir el declive de las experiencias radicales y forzar su derrocamiento o neutralización.

La respuesta a la pregunta inicial sobre el carácter más autónomo o dependiente de Latinoamérica quedará zanjada en esos desenlaces. Las dualidades de la región han perdurado pero no pueden eternizarse. En última instancia la balanza se inclinará por una tormentosa adaptación a la opresión capitalista o una novedosa gestación del socialismo.

25-1-2013

RESUMEN:

Las rebeliones sudamericanas modificaron las relaciones de fuerza, limitaron la agresión neoliberal y consiguieron victorias inusuales en otras partes del mundo. Evitaron el desangre del mundo árabe e impusieron las agendas pendientes en Europa del Sur. Posteriormente no se profundizaron, ni retrocedieron. Ampliaron su radio sin incorporar al grueso de Centroamérica.

Las resistencias oxigenaron a Cuba e iluminaron los logros de una isla sin recursos, que necesita contrapesar el aislamiento con reformas mercantiles. En Venezuela la derecha conspira para anular las mejoras populares, pero la principal batalla se libra al interior del proceso bolivariano. También Bolivia tiene un gobierno radical y dirime el freno o profundización de su gestión, en condiciones de mayor subdesarrollo y conflictos con la utilización de los recursos naturales.

Ecuador mantiene una política centroizquierdista junto a un alineamiento regional radical. Nicaragua se ubica en un eje semejante con un gran alejamiento de su pasado revolucionario. En El Salvador emergen las consecuencias de la adaptación al sistema y en Paraguay se verificaron los efectos de actitudes vacilantes.

El ALBA es un germen de asociación cooperativa que depende de la continuidad de gobiernos de izquierda, del soporte popular y del afianzamiento de intercambios solidarios.

La tesis pos-liberal no registra la continuidad del mismo patrón productivo de la década precedente y la teoría del Consenso de commodities desestima las diferencias entre gobiernos, que actúan en marcos estructurales semejantes. Hay que distinguir los condicionantes económicos de los determinantes políticos, para integrarlos en una mirada que clarifique las contradicciones del escenario latinoamericano.

BIBLIOGRAFIA

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-Almeyra Guillermo Bolivia, www.argenpress.23/05/2013 .

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-Katz Claudio, Las disyuntivas de la izquierda en América Latina. Ediciones Luxemburg, Buenos Aires, 2008

-SEPLA, “Declaración de Guararema”, Sociedad Latinoamericana de Economía Política y Pensamiento Crítico, Guararema, junio 2011.

-Sousa Santos Boaventura El precio del progreso, www.pagina12.com.ar,22/06/201

-Stefanoni Pablo, Colorados al gobierno mafias al poder, www.rebelion.org , 25/04/2013

- Zúñiga Simón Andrés, Las necesidades electro-domesticadas, 12/11/2013, www.aporrea.org/actualidad .


[1] Economista, Investigador, Profesor. Miembro del EDI (Economistas de Izquierda). Su página web es: www.lahaine.org/katz

[2] Nuestra visión en : Katz Claudio, “De la primavera al otoño árabe”,

http://www.geocities.com/economistas_de_izquierda, 25-9-2013

[3] Antunes Ricardo, “Fim da letargía”, www1.folha.uol.com.br 20/06/2013

[4] Almeyra Guillermo, “A 20 años de la rebelión zapatista”, 27/12/2013, www. rebelion .org

[5] Ver Katz Claudio, “Laboratorios de Otro Socialismo”, en “¿Podría funcionar una sociedad igualitaria?”, Academia del Pensamiento Crítico, Universidad de Valencia, 16-7-2013.

[6] La masiva participación del electorado en los comicios de Venezuela ha sido decisiva y es un gran canal de acción popular, en contraste con países como Chile, donde una gran parte de la población ha perdido la confianza en la utilidad del voto.

[7] Guerrero Modesto Emilio, "El laberinto de la economía bolivariana ", 21/10/2013 www.iberoamerica.net. También: López Blanch Hedelberto, “Los certeros avances de la economía bolivariana”, 08-02-2012, www. rebelion .org/noticia

[8] Ver los acertados planteos de: Zúñiga Simón Andrés, “Más caramelos de cianuro”, 28/09/2013, www.aporrea.org/actualidad . Marea Socialista, “ De Chávez a Maduro: Habilitar al Pueblo Bolivariano antes de que sea demasiado tarde”, 20-10-2013 www.aporrea.org. En el polo opuesto: Pérez Martí Felipe , “Respuesta a un documento del grupo llamado “ Marea Socialista ”, 29/10/2013, unrun.es / - También: Dieterich Heinz, “La peor crítica para Maduro”, 16/10/2013, www.lanacion.com.ar

[9] Machado Decio, “ Las élites económicas: los verdaderos beneficiarios del Gobierno de Rafael Correa”, 24/2/2012 www.argenpress . También: Ogaz Arce Leonardo, “El Triunfo de Rafael Correa”, 11/3/2013, alineadefuego.info

[10] Ver: Houtart Francois, “Ecuador y Correa”, www. aporrea .org/,28/05/2012

[11] La primera visión en: Boron Atilio, “Cuatro lecciones”, www.pagina12.com.ar,18/02/2013 .

La segunda en: Martínez Mateo, “La revolución ciudadana está en decadencia”, 16/2/2013, www.rebelion.org/notici ). También: Rosero Andrés E, “ Una cuestión moral y de principios: Yasuní-ITT”, 16/10/2013, www.rebelion.org/noticia

[12] Ver: López Vigil María, “Una dictadura institucional” 13/11/2011 www.sinpermiso.info

 

[13] Ver: Guitiérrez Dagoberto, “La antigua derecha y la nueva derecha”, 5/1/2014. También: Calvo Ospina Hernando, “¿Gobierna la izquierda en El Salvador?”, 14/04/2012 www.aporrea.org

 

[14] Un balance del último encuentro en: “Reflexiones sobre la Asamblea Continental de los Movimientos Sociales del ALBA”, www.radiomundoreal, 18/5/2013.